La banca Española siempre ha sido una banca mixta, nunca ha existido separación formal entre banca de inversión y banca comercial, con unas características particulares por la propia idiosincrasia de la sociedad española, prudente y conservadora. Por ello la crisis financiera de 2008 también le ha afectado también de forma diferente.
El sistema bancario español estaba conformado por la Banca y las Cajas de Ahorro y dentro de estas últimas, las Cajas de Ahorro propiamente dichas y las Cooperativas de Crédito.
Las Cajas de Ahorro, creadas a finales del s. XIX, fueron un ejemplo de labor económica, social y de gobernanza. Eran gestionadas por Consejos en los que participaban los principales agentes económicos y sociales de la comunidad donde operaban. Aunque inicialmente tenían limitadas sus actividades financieras la reforma de Fuentes Quintana de 1977 las equiparó a los Bancos.
Tras la crisis bancaria 1977-1985 la banca española inicia un importante proceso de crecimiento y consolidación a la vez que se empiezan a incorporar los primeros peones de la política en las Cajas de Ahorro. Con unos tipos de interés al alza la cuenta de resultado de la banca iba viento en popa por lo que el proceso de crecimiento se realizó mediante la creación de una red sobredimensionada de oficinas y un uso intensivo de Recursos Humanos que disparaban los costes fijos, pero asumibles en un entorno de altos tipos de interés. La automatización informática de los procesos no era prioritaria.
Se cuenta que cuando le ofrecieron los CDOs (Collateralized Debt Obligation- Obligación de Deuda Colateralizada es un producto financiero respaldado por activos estructurados originalmente desarrollados como instrumentos para los mercados de deuda corporativa) americanos al patriarca de la banca española, Emilio Botín, este los rechazó de plano porque no los entendía. El resto de la banca española, gregaria y corporativista, siguió su ejemplo.
Pero tampoco podían quedar al margen de la carrera que se estaba produciendo en los mercados de capitales que no era otro que “trocear” y colocar a inversores la deuda hipotecaria generada por el sistema en un círculo vicioso para alimentar la cuenta de resultados (carry trade).
En su lugar la banca española procedió a la titulización de activos (Préstamo Hipotecarios) que, sin llegar a la sofistificación de los CDO americanos, consistía simplemente en vender la deuda hipotecaria generada a través del mercado global de capitales en “paquetes” sin “trocearla” recuperando recursos para volver a iniciar el procedimiento.
Cuando, con el estallido de la crisis en 2008, se hunde el mercado interbancario de capitales la banca se encuentra sin más liquidez que su Capital Social y sus Reservas, una ingente cantidad de promociones inmobiliarias terminadas o sin terminar (ladrillo) a la que es imposible darle salida sin pérdidas y una significativa deuda en el mercado interbancario que no se renovaría.
Aunque todo el sistema sufría de una falta de liquidez extrema, las Cajas de Ahorro resultaron ser las peor paradas.
Cuando su nefasta gestión se manifestó en el balance, intentaron una huida hacia adelante, diseñando productos financieros falsamente asimilables al capital social (Acciones Preferentes) que colocaron indiscriminadamente a los depositantes, todo ello auspiciado y amparado por el Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores.
Ante la más que probable quiebra de la totalidad del sistema bancario se produce la intervención del Estado.
Mediante ampliaciones de capital el Estado hizo suya la deuda (Rescate Bancario) de las Cajas trasladándola al contribuyente e inició un ambicioso plan de obras públicas (Plan E) financiado con más deuda pública como establecía el clásico modelo keynesiano.
El Banco Central Europeo, por su parte, rebajó los tipos de interés a cero para aliviar el servicio de la Deuda Pública (Zero Interest Rate Policy-ZIRP) y favorecer el crédito, proporcionó liquidez a la banca a cambio de deuda con máxima garantía, imprimió moneda (QE) e impuso nuevas regulaciones tanto administrativas como de capital.
Sin embargo, estas medidas no produjeron la esperada reactivación del crédito ni mejoraron las rentabilidades bancarias porque los recursos proporcionados, ante la falta de un mercado interbancario, se colocaban en nueva deuda pública con escaso interés pero máxima seguridad en un nuevo círculo vicioso.
El negocio primordial de la Banca, la Compra-Venta de Dinero, no funciona cuando el precio del dinero (Tipo de Interés) es cero. Apenas si alcanza el umbral de rentabilidad.
Coloquialmente hablando nadie vende duros a cuatro pesetas.
Ante esta situación lo único que se podía hacer era aumentar el tamaño de los bancos para obtener sinergias y ganar en eficiencia. Fue el inicio de las Fusiones Bancarias alentadas, cuando no impuestas, por los propios Bancos Centrales y en el que aún nos encontramos.
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