La cosa está muy rara

Según contaba la otra noche en “El Hormiguero” la gran actriz Concha Velasco, tres días antes de su repentina muerte, el político socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, viejo amigo suyo, le aconsejó que no opinara más de política, “porque la cosa está muy rara”. Y de Rubalcaba se podrán decir muchas cosas, pero no que fuese un hombre poco inteligente y desconocedor de los terrenos que pisaba. Y es verdad que la cosa anda un poco extraña, con comportamientos y declaraciones fuera de lugar, que suponen un insulto a la inteligencia de los ciudadanos. En este sentido, me llama mucho la atención el permanente intento del PSOE por erigirse en expendedor oficial de pólizas democráticas. 

Es decir, que los demócratas son los que ellas y ellos digan, y punto. Y así, insisten una y otra vez en la catalogación de partidos como VOX en la extremidad del peligro democrático, mientras que colocan etiquetas de solvencia ética a los bilduetarras, a los radicales de la CUP, a las facciones más folclóricas de Podemos, a los separatistas de ERC, a los islamistas de Melilla, a los nacionalistas del PNV o a los independentistas de todas las regiones. 

Esos sí son buenos. Con esos se pueden alcanzar siempre “pactos de progreso” que benefician a las libertades y a la defensa de los derechos. ¿No les parece raro? A mí me parece, además, bastante impresentable, porque aunque no he encontrado ningún motivo que me haga ver en VOX el depositario ideal de mi voto, creo que no les he oído todavía decir que quieran acabar con la Constitución o que vayan por ahí aplaudiendo a asesinos. Tengo los mismos deseos de votar a VOX que de hacerlo a alguno de los partidos mencionados anteriormente pero, por resumirlo de un modo muy gráfico, diré que si tuviera que elegir entre el señor Ortega Lara y sus secuestradores, no tendría ni un segundo de duda.

Que otros tampoco las tengan, pero en sentido contrario, confirma que efectivamente, la cosa está muy rara.