En el Reino Unido, cada año, se fabrican un millón y medio de automóviles. De ellos, la mitad, 750.000, son marcas japonesas instaladas en Gran Bretaña, o sea, Nissan, Toyota y Honda. Por si fuera poco, la marca Ford ya ha advertido que la factoría de motores que tiene al sur de Gales va a cerrarse, a pesar de que eso le va a costar a Ford unos seiscientos millones de euros, de los cuales más de la mitad corresponderá a las indemnizaciones que habrá que abonar a los trabajadores despedidos. Porque si los soberbios políticos británicos cumplen su amenaza de una salida de la Unión Europeo por las bravas, no por las bravas, sino pagando indemnizaciones, media docena de empresas de automoción se marcharán a otros lugares de Europa y varios miles de trabajadores de esas factorías se encontrarán en la calle, disfrutando de la falta de opresión de la Unión Europea, y libre de sus exigencias.
Esto no es un rumor promovido por oscuros agentes antibritánicos, sino una advertencia clara y cristalina de un tipo bastante serio, que se llama Taro Kono, y que tiene un empleo de bastante responsabilidad, porque es el ministro de Asuntos Exteriores de Japón.
El ministro ha hablado con los fabricantes japoneses, y estos le han contado que los stocks para fabricar sus automóviles les pueden durar sólo unas horas, debido a la fluidez actual de la falta de fronteras en Europa, pero si el Brexit se cumple, y hay que pasar aduanas, los fabricantes prefieren cerrar las factorías que hay en funcionamiento en Reino Unido y buscar una localización nueva en Alemania, Francia, España, Polonia o Italia.
Naturalmente, a cualquier tonto contemporáneo inglés estas cifras no le causan el más mínimo pavor, y hasta puede que tengan un argumento delirante que demuestre que van a ser más ricos cuantas más industrias se marchen. O que no se marcharán, que eso es una patraña. ¡Y lo familiar que nos resulta a los españoles esta situación! Por desgracia.
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