Puede que haya mucha gente en nuestro país que pase de Franco. Vamos, que Franco está en la agenda de los políticos pero no en la de las preocupaciones de buena parte de los ciudadanos. Aún así no deja de ser una anomalía que el dictador tenga un mausoleo y que esa anomalía el Gobierno haga bien en abordarla y resolverla. O al menos intentar resolverla.
Dicho esto, lo sorprendente es que el Nuncio del Vaticano haya metido baza en el asunto con unas declaraciones desafortunadas. Afirmar que el Gobierno intenta "resucitar" a Franco es cuanto menos una clamorosa metedura de pata.
El Nuncio, Renzo Fratini, ha sido claramente imprudente y desde luego poco diplomático. Sobre todo porque el dictador está enterrado en una basílica y eso le debería llevar cuanto menos a mantener una postura neutral en este asunto.
Tiene razón la vicepresidenta Calvo al señalar que el Nuncio "se ha entrometido en los asuntos de otro Estado", en este caso del nuestro.
La diplomacia vaticana tiene acreditada fama de ser una de las mejores del mundo y desde luego se da por hecho de que los diplomáticos vaticanos, con los Nuncios en cabeza, tienen un conocimiento exhaustivo de la situación de los países donde están destinados.
Pero parece que Renzo Fratini no se ha enterado de que en España hay una fuerte corriente laica por más que el grueso de la sociedad se continúe considerando católica más por cultura y tradición que realmente por un sentimiento religioso.
Con sus declaraciones Renzo Fratini lo único que ha hecho es echar leña al fuego de quienes abogan por recortar la presencia de la Iglesia y reforzar las posiciones anticatólicas.
En esta polémica es el Vaticano quién tiene todas las de perder y lo mejor que pueden hacer es dejar que seamos los ciudadanos quienes resolvamos nuestros problemas con el pasado. Si se meten saldrán escaldados.
Vamos, que al Nuncio le ha faltado fineza como dicen los italianos.
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