Hay que destacar un aspecto muy positivo por parte de los industriales de la agricultura intensiva… de hace ¡treinta y siete años! Sí, hace 37 años se celebró la II ExpoAgro Almería, y una de las principales conclusiones que se alcanzaron en un improvisado seminario fue la necesidad de la “concentración de la oferta”, así como aprovechar el valor añadido de los “imputs” agrícolas. Posteriormente, se incrementaron argumentos conducentes a la modernización del proceso productivo, estabilización de necesidades vitales (agua) y mejora de las infraestructuras para el transporte.
En aquellos momentos el debate se centraba en el mayor rendimiento de la producción, orillando algunos aspectos que, enseguida, serían de vital importancia para la sostenibilidad y futuro de la principal fuente de riqueza provincial. Así, la salinización de los acuíferos, la dependencia de los preeminentes mercados internacionales y el modelo socioeconómico de la mano de obra iban a centrar la problemática en la que, como “modernización” más visible fue la espectacular proliferación de sucursales bancarias por metro cuadrado.
La dependencia de los “imputs” (plásticos, alambres, semillas, nutrientes, pesticidas…) pudo soslayarse con la pronta implantación de factorías de las multinacionales que, a la vista de la pujanza del campo almeriense, les convenía instalarse en el epicentro de la demanda; aspecto rentable para las empresas de suministros, que preferían producir in situ ante los grandes problemas de comunicaciones y logística que Almería venía padeciendo.
Las empresas multinacionales reaccionaron mejorando sus costes de producción en una zona aislada, cuya primera vía de comercialización para los agricultores era el camión que circulaba por la N-340 y el puente de Rioja. Y así pasaron los años, demasiados, con una administración que celebraba el “milagro” almeriense, a pesar de su ineptitud para facilitar mejoras que optimizasen la competitividad. Los distintos gobiernos dejaron pasar el tiempo y las oportunidades sin solucionar el problema del agua, carreteras, modernización… y dejando para el final el conflicto social, cuya culpabilidad repercutió en el ofensivo y falso arquetipo de agricultores incultos, enriquecidos, derrochadores y esclavistas. No olvidemos que esta distorsionada imagen sirvió para estigmatizar a toda la población con los “Sucesos de El Ejido”… y la impagable “ayuda” de algunos insensatos dirigentes políticos y ciertos medios de comunicación propios y ajenos.
La ausencia en Almería del Lobby agrícola, existente en Murcia, Valencia, Cataluña… no sólo sirve para protegerse y blindarse ante ataques malintencionados, también sirve para concentrar la fuerza y otorgarse un grado de empatía que se ha difuminado con la actual dispersión. Y esa ausencia de fuerza que otorga la unión ha sido determinante para encajar el infame golpeo de periódicos, televisiones y supuestas Ong´s que, al servicio de algunas potentes centrales de compras y distribución, han pretendido impregnar el campo almeriense de los peores parámetros laborales, sociales e insalubres. Afortunadamente, la perseverancia en el buen trabajo, la calidad y el prestigio han desmontado los incesantes intentos de echar por tierra tanto esfuerzo. Pero también perseveramos en los errores. No alcanzamos esa ansiada concentración de la oferta y hemos sido seráficos sufridores de gobiernos que jamás acompasaron el enorme esfuerzo de los agricultores con las necesarias mejoras en las infraestructuras.
Ahora, treinta y siete años después, Coexphal anuncia importantes e inquietantes datos sobre la producción, comercialización, rentabilidad y competencia de terceros.
Marruecos ya introduce en Europa volúmenes de tomate como los de Almería. Los costes de producción castigan el beneficio del agricultor almeriense; además, con exigencias en materia de trazabilidad y salubridad que otros países no observan. Así, Coexphal anuncia señales de agotamiento del sistema productivo y comercializador de Almería basándose en aspectos comparativos con otros modelos, pero ignorando los años que hemos perdido sin adecuar nuestro modelo a los más que predecibles avances de una competencia que se maneja con insultantes ventajas.
Aquella fotografía aérea que presidía una inolvidable conferencia de Juan del Águila era premonitoria: una amplísima extensión de invernaderos bien tecnificados que demostraba una potencia irrefrenable; y dijo: “Seguro que han venido pensando que esa foto es de Almería… pues ya podemos ir espabilando; eso es, hoy, Marruecos”.
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