Alguien ha señalado el interés de Sánchez por resolver la investidura de un constitucionalista con las abstenciones de los otros dos constitucionalistas (PP y Ciudadanos) por la prisa del presidente-candidato en hacerse el encontradizo con Pedro Piqueras (Tele 5) y pedirlo públicamente. Cierto. Pero no era nuevo ese vector de su estrategia, orientada a conseguir una abstención "múltiple" de las fuerzas políticas, a izquierda y a derecha, antes de poder seguir gobernando en monocolor, en progresista, con relaciones abiertas (avances sociales con Podemos y temas de Estado con el PP) y sin deber nada a los independentistas.
Esa línea de actuación la venía manteniendo desde que las urnas del 26 de mayo y los propios militantes de Unidas Podemos habían pintado un partido en descomposición.
Se vio claramente desde el minuto uno en la reciente sesión de investidura. Ya el primer día, en sesión de tarde, fue precisamente esa insistencia de Sánchez en reclamar la abstención a Casado y a Rivera lo que acabó hiriendo la autoestima de Iglesias. Había percibido el ninguneo ("Entonces, ¿qué estamos haciendo en la habitación de al lado?") y fue cuando se mostró decidido a no dejarse humillar. Lo ocurrido después, en las dos sesiones, en las dos votaciones sucesivamente fallidas, fue la consecuencia del desencuentro. Mejor dicho, fue el efecto de esa estrategia planeada por los guionistas de Sánchez, en cuyo marco mental nunca estuvo la gobernar junto a los enemigos el régimen del 78, de aversión declarada al Rey, comprensivos con el independentismo y malsana tendencia a asociar al viejo PSOE con los crímenes del Gal y al nuevo PSOE con el malvado Ibex.
Así es como Moncloa ha dejado a Iglesias en posición de jaque mate ante los votantes progresistas. No le perdonan que por segunda vez en tres años haya impedido la formación de un Ejecutivo de izquierdas.
Véase cómo tres figuras de la izquierda tan distintas y tan distantes entre sí como Zapatero (PSOE), Gabriel Rufián (ERC) y Alberto Garzón (PCE), le han pedido que olvide los sillones y pase por el aro de políticas pactadas en nombre del servicio a los españoles más desprotegidos.
Si no lo hace, vamos de cabeza a las elecciones del 10 de noviembre. Y si lo hace, la concertación del "sí" con UP en una nueva sesión de investidura arrastraría los votos favorables del PNV y Compromís hasta la formación de una base parlamentaria (173) próxima a la mayoría absoluta.
Sin renuncia total de Iglesias, volveremos a las urnas, porque además carece de recorrido la absurda pretensión de que PP y Cs se abstengan "por responsabilidad".
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