La economía española hace ya meses que viene mostrando una desaceleración constante. En realidad, desde 2015, cuando la inestabilidad política, las repetidas elecciones y la moción de censura no han permitido realizar las reformas necesarias para afrontar tiempos peores, como los que ahora se avecinan. Esta semana, se han conocido tanto el dato adelantado del PIB del segundo trimestre como los datos del mercado laboral del mes de julio. Y, en ambos casos, los resultados han sido desastrosos.
La economía de abril a junio ha crecido un 0,5%, dos décimas menos que en el trimestre anterior. Han fallado tanto la inversión, sobre todo en bienes de equipo, como el consumo de los hogares. Nos ha salvado de algo aún peor el sector exterior. Este retroceso ya se reflejó en las cifras de la EPA de ese mismo trimestre. Apenas unos días antes, la ministra de Economía nos dijo que estaba pensando elevar su previsión de crecimiento para el año.
Quería que pensáramos que no hay de preocuparse, que somos los campeones del crecimiento en Europa, aunque nuestro paro sea el doble y empeorando, el déficit y la deuda mu altos y la productividad bajísima. Lo grave es que ella conoce por donde van a ir las cosas mucho antes, ya que en su ministerio se elabora permanentemente un cuadro de diversos indicadores macroeconómicos que permiten prever la evolución a unos meses vista. Y esos indicadores llevan meses alertando de que la economía empeora. De hecho, algunos de esos indicadores están en negativo. Y, en julio, empeoran aún más. Por ejemplo, la venta de automóviles, el índice manufacturero o los pedidos.
El otro dato muy preocupante es del paro. Ya en junio vimos que sin el efecto calendario, el paro no sólo no había bajado, sino que había subido. Exactamente lo mismo que ha ocurrido en julio. El mes pasado, el dato de afiliaciones a la Seguridad Social fue el peor desde 2012 y el de paro muestra la menor bajada desde 2008. Y, en cuanto los autónomos, en términos anuales, crecen tres veces menos.
También en este caso, para la ministra Calviño, no hay que preocuparse. Al igual que hizo Pedro Solbes, el presidente en funciones quiere gobernar y no mostrar a los españoles la realidad de lo que está pasando en la economía y, por tanto, ocultar que lo que se ha hecho en el último año sólo ha sido echar leña a un fuego que cada día que pasa será más difícil de apagar.
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