Desde que se cerraron las urnas, allá por el mes de abril, hemos asistido atónitos unos; y sorprendidos otros (estos en la higuera), ante los acontecimientos que han tenido lugar en el Congreso de los diputados, donde, después de tres meses, ni se han puesto de acuerdo ni se han aclarado los representantes de nuestra élite parlamentaria.
No obstante, la enseñanza que hay que sacar de los desatinos que han protagonizado los ocupantes de los nobles sillones de la Carrera de San Jerónimo, es la convicción de que el Despotismo Ilustrado que, en el ínterin entre los siglos XVI y XVII, representara el Rey Sol, ha sido invertido en su esencia por esta pandilla de vividores, amorales en buen número e insensatos en demasía, a los que, de una forma imberbe pero de buena fe, elige el pueblo español, cada vez que le llaman a las urnas. Aquellas palabras de “todo para el pueblo pero sin el pueblo”, se han convertido en manos de estos desaprensivos en “todo para el elegido, pero sin el elector.
Los próceres del partido socialista; y en especial Su líder, Pedro Sánchez, con la excusa que les proporciona una ley electoral, caduca y trasnochada, a la vez que injusta; no olvidemos que fue hecha para que actuara cual “calzador” que habría de introducir todos los pies – tendencias - , aún de diferentes calibres, en un mismo zapato llamado Constitución allá por el setenta y tantos, han estado jugando con los sentimientos de los españoles, coqueteando con la extrema izquierda, disfrazada a la sazón de un feminismo insano y enfermizo, pero bailando al son del guerracivilismo que inyectara en la izquierda un personaje trágico y de triste nombre llamado Zapatero y dejara crecer hasta convertirse en monstruo, otro personaje para olvidar, llamado Rajoy; y sobre todo, tratando de convencer a los españoles de que la derecha es tan “mala” que les va a obligar a pactar con independentistas, separatistas y lo peor, ex -terroristas.
La España de hoy, con esa ley electoral; y teniendo en cuenta la parcialidad de las cadenas de televisión que infectan este país, totalmente sectarias y parciales en número de diez a uno, es ingobernable teniendo en cuenta lo que debe de ser un gobierno ecuánime, honrado y sincero.
Por otro lado, hoy el CIS, en otra de sus actuaciones parciales y lamentables, pontifica el destino de este viejo y maltrecho país en la persona de Pedro Sánchez; sin duda posible, e incluso probable; pero inexplicable teniendo en cuenta cómo con su narcisismo preñado de un egocentrismo impropio del siglo XXI y que, por conveniencia propia es capaz de olvidarse de la unidad del país más viejo de Europa que costó siglos conseguir; y sobre todo, con un sectarismo que le permite ser socio de los representantes del terrorismo que aún derrama lágrimas en estas tierras, está destrozando este país.
Estamos a punto de sufrir nuevas elecciones, funcionando con unos presupuestos del año 2016, prorrogados e incumplidos, ninguno de los partidos que se propugnan para gobernar, ha hecho público un programa que permitiera ilusionarse y, en cambio, parece que las urnas son un mero trámite innecesario puesto que los resultados ya están previstos.
Triste sino el de mi tierra, un pueblo sin rumbo que ha olvidado sus raíces y sus principios, la está convirtiendo en un país, decrépito, rencoroso, vengativo y sobre todo falto de la personalidad necesaria para imponer la cordura ante la sinrazón; un pueblo que acepta la falsedad como certeza, la utopía como posibilidad y la mentira como realidad, está en coma, cuando no muerto.
Solo queda que estos impresentables, anuncien el día del sepelio.
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Juan Martínez Fernández