Siempre, oí a mi abuelo decir esa frase refiriéndose a cualquier opinión, acción o actitud próxima a la estulticia que, de forma evidente, mostraba o mostrábamos alguno de los allegados; y siempre, se quedaba ahí: “Si los tontos volaran…”. Nunca llegué a conocer el final de la conseja en forma de premisa que se encontraba huérfana del verbo correspondiente en su tiempo condicional (Potencial, se llamaba entonces); y así, pasaron los años hasta que, ya en la universidad, la frase me llegaba ampliada: “Si los tontos volaran, se haría de noche porque cubrirían el sol”. Y allí quedó eso sin más divagaciones filosóficas; ni la frase era genial – apenas original – ni su estudio merecía más intensidad. Después, Alberto Cortez, con su genial canción “Castillos en el aire”, nos sacaba de dudas cuando decía: “Y los demás pensaron pobre idiota, no sabe que volar es imposible”. Y los años pasaron y la conseja habitual del abuelo, quedó casi olvidada. No obstante, cuando la raíz de una aseveración tan utópica se clava en el subconsciente, ni muere ni se olvida; y siempre rebrota de forma inesperada. Y hete aquí que, entre la ONU y nuestros políticos, me han vuelto a crear la duda. Dice la ONU, hay que cambiar la dieta y, en especial, consumir menos carne. ¡Vágame el cielo! La izquierda, toda la vida luchando porque los pobres puedan comer carne; y ahora, los “cerebros” de la ONU, dicen lo contrario. Este mortal que ha oído personalmente a Marcelino Camacho (un hombre honrado) decir que se ha de terminar la costumbre de que las vacas las críen los pobres para que se las coman los ricos. Naturalmente los animalistas (o los veganos, porque me hago un lío) dicen que hay que comer verduras y hortalizas. Y obviamente, la izquierda, presta a tomar cualquier estandarte que converja en la sandez, apoya la teoría. Primero, no hace mucho, la tomaron con las vacas que según estos genios que pretenden salvar el planeta, expulsaban gases en sus - según ellos - excesivas ventosidades. Y a fe que la idiotez no ha terminado, ahora dicen textualmente los técnicos de la ONU: "hay ciertas opciones de dieta que imponen mayores necesidades de suelo y agua y causan más emisiones de gases" y para los productos animales piden que se consuman los que utilicen sistemas con menores demandas de energía (que, a su vez pueden lanzar más CO2). Yo, no sé Vds, pero yo no me aclaro. Jamás me imaginé a las izquierdas pidiendo a sus votantes que deriven sus tendencias hacia la lechuga y se dejen de Chuletones, entrecots y otras regalías a las que tanto ha constado acceder. Al parecer, ¡Toca adelgazar! Les doy mi palabra de que nada tengo contra la berenjena, pero entre la berenjena y el jabugo, sinceramente, ¡No hay color! Y qué decirles, entre un chuletón de Ávila y un pimiento morrón. Si, hasta los japoneses (grandes degustadores de hierbas), así como los chinos que hasta hace poco se mataban por un puñado de arroz, han enviado sus huestes comerciales a las provincias de Huelva y Salamanca; y casi conquistan Guijuelo y Jabugo, como si de Pearl Harbour se tratara. Y todo esto, desde que un “espabilao” llamado Al Gor, le tomara el pelo a la gente, dando consejos para el medio ambiente mientras él, lo inundaba de gases con su jet privado. Y ahora, la Televisión en España (no digo la española, porque son todas por igual) pretende convencernos de la bonanza del forraje sobre la carne o el pescado (éste, por el mercurio, el plomo, etc) y nos aconsejan la vitamina “C” sobre las proteínas. Sinceramente, llegará un día en que nos aconsejen comer alfalfa; y no por lo nutritiva, sino por lo burros que seremos si les hacemos caso. No obstante, yo he encontrado por fin el complemento a la frase del abuelo: “Si los tontos volaran, siempre mandarían los sinvergüenzas”. ¡Qué cosas se ven y oyen! Aunque siempre cabe la posibilidad de … ¡Enviarles a hacer puñetas!
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Juan Martínez Fernández