Don Quijote, con gran regocijo de todos, especialmente de los Duques, dio fin a la lectura de la carta de Teresa Panza a su marido. La sorprendida esposa, a quien no faltaron dos dedos para volverse loca de contento, no podía dar crédito a que Sancho hubiera pasado de pastor de ovejas a ser gobernador de ínsulas. Este, sin embargo, preocupado por las cargas y las obligaciones que traería consigo su nueva condición, se dirigió a su amo y díjole:
—Mire vuestra merced, señor caballero andante, que no se me ha de olvidar, como exige la buena crianza, el dar los buenos días a mis súbditos cada vez que vaya a entrar en plática con ellos.
—Has de saber, amigo Sancho, que tal costumbre de los buenos días está asentada entre los naturales del reino de España, pero no en territorios de Indias, como sé a través de un pariente mío que ha muchos años pasó como oidor en la Audiencia de México; allí el término empleado es buen día, así en México como en Argentina, Uruguay y otros muchos dominios.
—Entonces, Señor, —respondió Sancho Panza—, aunque sé que para llevar a cabo una buena gobernanza me bastará actuar conforme a las enseñanzas del Evangelio, sí desearía que me dijera cómo he de saludar a mis vasallos. Siempre en este nuestro reino se dijo buenos días, como lo hacía en mi casa con mi mujer y mis hijos, con quien ya muero por volver tan pronto vuestra merced considere que me ha llegado el momento y me eche su bendición.
—Maldito Sancho, dejemos tu marcha para otro tiempo, y mira si traes algo en esas alforjas que comamos y vayamos en busca de algún castillo donde nos alojemos esta noche. Tú dirás buenos días, si bien es verdad que en otras lenguas del mundo se dice en singular y no en plural como hacemos nosotros. Así, en la isla de Inglaterra, donde se ubica Gaula, la región de nuestro Amadís, se dice good morning; en italiano, lengua en que tejió su tela el cristiano poeta Ludovico Ariosto, dicen buon giorno; bom dia, en portugués, idioma en que estaba escrito el sexto libro de la serie de los Palmerines. Y qué no decir del francés, habla de aquellos corsarios que hacían a toda ropa secuentrando y robando a todo género de gentes y donde solo se conoce bon jour: los rumanos no dicen otra cosa que buna dimineata… Incluso los Moncadas y Requesenes de Cataluña, prorrumpen su bon nit. Por tanto, Sancho, todos emplean el singular como en las Indias, sin embargo en nuestra lengua castellana decimos, en plural, buenos días, lo que parece misterio el porfiar una cosa tan contraria de lo que nos muestra el resto de las lenguas.
Viendo, pues, Sancho la explicación dada por su amo e incapaz de proferir argumento alguno ante tal desaguisado, recaló su respuesta diciendo:
—Señor, yo solo sé lo que mis padres me dijeron y platicaron siempre que llegaban a una casa: «Paz sea en esta casa», y, por lo que dijo, buen día parece lo propio y no buenos días que se enjuicia desatinado, por mucho que se diga en todo nuestro reino de España.
—Por rústico y torpe que seas, y de toda imposibilidad es imposible no entender nada, pues no se trata de atinado o desatinado; en español esas formas son de cortesía, expresiones idiomáticas establecidas por la costumbre y promulgadas por la norma y no es mejor la de las Indias que la de España, ni la de España que la de las Indias.
—Y pues tan interesado está vuestra merced por tan peregrina cuestión –dijo Sancho, con una perspicacia lejana a su natural proceder-, ¿por qué aquende decimos tal cosa y no en el resto de lugares a los que se refirió mi amo?
—Poca noticia se tiene del hecho, si bien hombres famosos por sus ingenios, como son los grandes e ilustres his¬toriadores de nuestro idioma, han explicado acerca del origen de la expresión que este podría estar en que en el reino de España se dijese buenos días te dé Dios, buenos días os dé Dios, santos y buenos días nos dé Dios, Dios les dé buenas noches, muy buenas noches les dé Dios, santos y buenos días nos dé Dios, buenas tardes dé Dios, etcétera, etcétera. Con estas y otras parecidas formas de saludos, no solo se quería hacer referencia al día en curso, sino también a los días sucesivos, a la existencia completa de la persona a la que iba dirigido el dicho saludo. Con el paso del tiempo, la referencia a Dios se perdió en estas expresiones de cortesía y quedaron fosilizadas las formas plurales. Entre otras personas que defienden esta opinión, Sancho, está alguien a quien tú deberías conocer, Salvadorez Gutiérrez, pariente avispado y rico de tu mujer. Advertid, hermano Sancho, que hasta aquí estamos en una grande ignorancia de algunos hechos en nuestras vidas, si bien pienso que este no pueda ser uno de ellos.
Sancho Panza se acomodó echándose sobre los aparejos de su jumento y tendido sobre el albarda, se olvidó de tal cuestión por los siglos de los siglos.
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