Agosto no ha cambiado las cosas. A menos de un mes para que venza el plazo para cerrar el ciclo de consultas de cara a encontrar apoyos para la investidura, Pedro Sánchez sigue sin hablar con Pablo Iglesias. Este verano, al líder de Podemos, que en el pasado era un asiduo de La Moncloa, no se le visto por ninguna parte. Apostó fuerte y perdió. Al rechazar las condiciones que le ofrecía el PSOE para formar parte de un hipotético Gobierno de coalición no sabía que estaba desaprovechando la única oportunidad que tenía para compensar las sucesivas mermas electorales de Podemos.
Sánchez, que desconfía de Iglesias desde que el líder morado abortó su primera investidura tras la moción de censura que liquidó políticamente a Mariano Rajoy -el factor humano-, le ningunea abiertamente. Manda a los medios a sus portavoces -Carmen Calvo, Margarita Robles- para exponer la presunta disposición del Partido Socialista para lograr un acuerdo con Podemos y formar un "gobierno progresista", al tiempo que anuncia más reuniones con colectivos sociales, algunos afines a Podemos. Pero sigue sin recibir a Iglesias para negociar ese anunciado gobierno. Tampoco, hasta ahora, se ha visto con Andoni Ortuzar, Aitor Esteban u otros dirigentes del PNV, partido imprescindible para conformar una mayoría parlamentaria que permitiera superar con éxito la investidura dada la precariedad de escaños del PSOE.
Sánchez está ya en campaña electoral. Está construyendo un relato cuyo objetivo persigue atraerse a sectores del ámbito de la izquierda podemita de cara a una nada improbable convocatoria de nuevas elecciones. Mueve el balón en áreas afines a Podemos pero no habla con Pablo Iglesias. Dicen en Moncloa que hay tiempo; que sobran días en septiembre para negociar, pero ya digo, el presidente en funciones sigue con su precampaña electoral. El helicóptero sobrevolando Canarias tras el incendio y la cena del domingo en Biarritz en el marco del G7 con algunos de los líderes políticos del planeta pertenecen a la iconografía presidencial de ese relato con el que Pedro Sánchez está construyendo el argumento para explicar al país por qué tiene que seguir siendo el Presidente y por qué la negativa de Podemos a apoyarle conduce a unas elecciones. Bien pensado, dadas las conocidas exigencias de Pablo Iglesias para pisar moqueta ministerial, volver a las urnas quizá sea el mal menor.
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