Ante la majestad del pueblo soberano, yo debo permanecer descubierto

Francisco Verdegay Flores
11:00 • 30 ago. 2019


Han pasado más de treinta años desde que se inauguró el nuevo Monumento a los Coloraos y con él la vuelta a los actos de homenaje a aquellos que dieron su vida por defender la Constitución de Cádiz y las libertades ciudadanas. “Algo habremos hecho mal” cuando esta celebración, “que debía suscitar el apoyo sincero y unánime de todos los almerienses adolece de suficientes puntos de conexión con el tejido social almeriense” y “cuando hablar de Los Coloraos en Almería es, a día de hoy, más motivo de enfrentamiento que de natural reconocimiento a quienes murieron defendiendo la libertad de la que hoy todos gozamos”, decía el orador de esta edición Luis Rogelio Rodríguez-Comendador en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Almería.


Y estamos de acuerdo: algo se habrá hecho mal desde hace treinta años para que uno de los días más importantes de la historia de Almería sea compartido tan sólo por dos puñados de personas, debidamente separadas por un cordón que marca las distancias jerárquicas entre unos y otros asistentes: por un lado, un puñado de políticos de aquí, cuneros de acullá y autoridades civiles y militares, a la sombra de un entoldado construido exprofeso para la ocasión; de otro lado, un puñado de ciudadanos, a la sombra de los árboles que se anunciaron eliminar. El sol hace de frontera natural entre ambos grupos.


Los políticos son los protagonistas absolutos del acto. Ellos hacen los discursos y también las ofrendas, pagadas con el erario público. De dos en dos, que todos quieren cacho foto.



Luego más fotos de grupos, por grupos políticos, y saludos varios. Cuatro asociaciones (Bicentenario de los Coloraos, AAVV Casco Histórico, Amigos de la Alcazaba y Chanca-Pescadería) han querido participar en la ofrenda y lo han solicitado debidamente por escrito. Ni caso. Ni respuesta. Así que al final del acto de los políticos, abriéndose paso entre ellos como pueden, sin que nadie les haga ni caso, los representantes de las 4 asociaciones, dejan su ofrenda floral. 


Para ellos ni flashes, ni cámaras, ni televisiones ni blocs de la prensa escrita de este acto ni el que se realizó a continuación en el cementerio .Del Pingurucho al Cementerio se trasladan acompañados de un centenar de personas para hacer la ofrenda en el nicho en el que quedaron olvidados los restos mortales de los Mártires de la Libertad. Este año, con una donación y aportaciones privadas, se ha inaugurado una lápida para recuerdo de quienes dieron su vida por la Libertad. Carmen Ravassa, presidenta de la asociación por el Bicentenario de los Coloraos y otras personas van nombrando una a una las víctimas que fueron fusiladas por el tirano Fernando VII. “¡Que sus nombres resuenen en el aire!”, grita Carmen Ravassa.



A continuación, bajo un sol de justicia, el orador popular y profesor de Universidad de Almería, Andrés Sánchez Picón, se quita el sombrero y recuerda aquella anécdota del que fuera Presidente de la I República Española, Nicolás Salmerón y Alonso. De visita en 1881 a su tierra y la nuestra, con un sol justiciero como el de hoy, también se quitó el sombrero para hacer su discurso. La gente le pidió, le rogó, que se cubriera, que se protegiera, pero él se negó dignamente “porque ante la majestad del pueblo soberano, yo debo permanecer descubierto”. 


La anécdota es una metáfora de lo visto y vivido unos minutos antes en el acto institucional ante ese Monumento que el pasado año anunciaron que iban a quitar. 



Sí, efectivamente algo están haciendo mal desde hace 30 años, a pesar de lo mucho que dicen que aman a los Coloraos y a este acto. No puedo evitar recordar aquella frase de “Las Amistades peligrosas: “Le prometí amor eterno y realmente lo creí durante un par de horas”.


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