No es el qué, sino el quién

Algún día terminará de evaluarse el enorme daño que los partidos de izquierdas han causado al feminismo, convirtiendo la irrenunciable y necesaria lucha por la igualdad entre hombres y mujeres en un parque  temático de la agitación sectaria. Produce bochorno contemplar que la capacidad de activación de este movimiento se base antes en el quién que en el qué. Y es que el funcionamiento es sencillo: cuando interesa se sale a la calle y cuando no se calla. Imaginen por un momento que la anterior presidenta del Congreso de los Diputados, la popular Ana Pastor, hubiera remitido a sus Señorías una nota interna recomendándoles seguir los medievales y discriminatorios protocolos de una delegación de visitantes iraníes, incluyendo la recomendación de que las mujeres no les estrecharan las manos y que tampoco les mirasen directamente a los ojos. En el hemiciclo, como en el harén. Al instante habrían saltado como panteras centenares de colectivos militantes del feminismo de cuota y pancarta, mostrando su rebeldía ante tamaña afrenta y poniendo a parir a la presidenta sumisa, a su partido retrógrado y a todos cuantos no salieron a poner las manos sobre los hombros de los visitantes y decirles, mirándole a los ojos, “No, bonito; no”, como silabeó la vicepresidenta Calvo cuando reclamó para el PSOE la exclusividad de la lucha por la igualdad. Pero nuestro feminismo de pacotilla ha vuelto a hacer un vergonzante ejercicio de incomparecencia, ya que fue la actual presidenta, la socialista  , la que había autorizado la humillante concesión. Qué poéticaparadoja que quienes vinieran a poner las cosas en su sitio y a conservar la dignidad de las diputadas fueran los denostados y trifálicos miembros de VOX, tan sobreactuados algunas veces y tan ajustados en esta ocasión. Del silencio feminista ante el anuncio de matrículas universitarias gratis para mujeres que quieran cursar carreras científico-técnicas… ya hablamos otro día.