No hace muchas semanas se nos decía que el Pita era un parque empresarial, donde la política poco o nada tenía que hacer. Poco ha durado la ilusión de aquellos que pensaron que las cosas estaban cambiando en esta comunidad llamada Andalucía. La reflexión nos llegaba de alguien fuera de la política, por lo que nos la creímos. ¡Pobres ilusos! Por una vez me creí que el Pita podría llegar a ser ese parque tecnológico de referencia para una provincia pensando solamente en la profesionalidad, en la investigación y en las empresas. Vemos tristemente que no es así. El nombramiento de sus dirigentes ha sido a lo largo de estos años un acto político más, el que mandaba en la Junta ponía al gerente. Con la llegada de los nuevos, PP y Cs, se nos dijo que el Pita dejaba de estar bajo la batuta del político, que los nombramientos iban a ser profesionales, alejados de la política. Doña Trinidad Cabeo llega al Pita por y de la mano de los socialistas tras su cese en la Autoridad Portuaria, hoy en manos de Jesús Caicedo, hombre que llega de la mano del PP. Desde la victoria del centro derecha en Andalucía se ha venido jugando con el puesto del Pita, que si Diego Clemente, que si Miguel Cazorla. De Cazorla se dijo que una de las entidades participantes le había puesto la cruz. Vade retro, Miguel. Diego Clemente seguía en el primer lugar de la pole cuando se comentó por parte de algún miembro del consejo de administración que el Pita dejaba de ser un parque político. Era extraño lo que se nos decía ante la presencia de una política como la señora Cabeo en su dirección, a la que no se le ha conocido en los últimos tiempos ocupación que no estuviera a la política unida. Pero lo mismo doña Trinidad había dejado la militancia activa en el PSOE y se iba a dedicar profesionalmente al parque. En estos días hemos visto que no ha sido así. La política, siempre la política, vuelve a doblar el brazo de las instituciones e impone su poder, su omnímodo poder. Don Diego Clemente llega a la dirección del Pita de mano de ella, es su partido, Ciudadanos, el que al final dobla el brazo, gana el pulso e impone a su hombre. Así es el poder del que puede imponer las leyes a su antojo. El Pita no ha logrado, por mucho que nos las quieran vender, las cotas anunciadas en su día. ¿Lo hará con don Diego Clemente?
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