Una desgracia (más) que Franco irrumpa en una campaña (más). La medida electoralista del PSOE, exhumando la momia de quien fuera llamado el Generalísimo del Valle de los Caídos ha tenido, está teniendo, una reacción imprevisible en algunos segmentos de la población: se está intentando reivindicar, en estos sectores, la figura del dictador. Con él, te dicen, no pasarían cosas como lo de Quim Torra y compañía en Cataluña. Claro: Franco solucionaba los problemas amputando la pierna herida o la cabeza mal pensante. Peor el remedio que la enfermedad.
Yo me atrevería a decir incluso que buena parte de los desvaríos que hoy sufrimos, desde el oleaje catalán hasta las mareas levantadas por Ortúzar que no quiere ser español "ni por el forro", se derivan de los excesos del nacional-nacionalismo-español del Régimen franquista. Ese abuso de fervor patriótico, que incluía un exceso de falso amor a la bandera, al himno, a una unidad férrea de la patria, ha llevado a incrementar el desapego hacia los símbolos y principios que constituyen una nación fuerte y moderna en un país que nunca se caracterizó por su sentido de y amor al Estado.
Entonces, claro, andábamos en el voluntario olvido de nuestro angustioso pasado, de esa guerra civil que culminó en una larga dictadura y, de pronto, volvemos a hurgar en lo pretérito. Franco ha vuelto a las conversaciones, a los titulares, a las películas polémicas y quizá no demasiado ajustadas a la literalidad de la Historia, si es que tal cosa existe.
Y sí, lo proclamo: yo quiero ver a Franco fuera del Valle de los Caídos. No merece el homenaje de una reconciliación, de un 'Arlington a la española', con él como principal figura del abrazo entre vencedores y vencidos. Le estábamos castigando con un despectivo mirar hacia otro lado. Ahora, la sociedad española ha ido involucionando, en parte al ver que la irresponsabilidad y un comienzo de caos se enseñorean de Cataluña, una tierra que era querida por todos y que ya no sé si lo sigue siendo tanto. Y, para aumentar el frentismo que ya es más que perceptible, 'ellos' se sacan de la manga la urgente exhumación del que también llamaron con el distintivo fascista de 'caudillo', creyendo, creo que sin mucho fundamento, que eso les dará votos. Cuando yo pienso que los votos les llegarían haciendo una política de futuro, y no de pasado.
En fin, bien ido sea Franco del Valle que él llenó de oprobio y de sufrimiento. Que lo coloquen donde sea: algunos irán a venerarlo porque la memoria del dictador nunca se extinguió del todo, aunque no estoy yo seguro de que nuestros hijos tengan siquiera una idea remota de lo que hizo. Pero dejen de utilizar su espantajo en una campaña electoral que habría de centrarse en las soluciones a los muchos problemas que empiezan a angustiarnos: desde esa Cataluña irredenta, que amenaza con convertirse en un quebradero de cabeza serio, como en 1934 -ya que nos empeñamos a mirar al pasado, aprendamos al menos las enseñanzas de la Historia, para no repetir lo peor de ella--, hasta las cada día más patentes desigualdades entre territorios y personas.
Y no, Franco no solucionaría los problemas de orden público que se pudiesen derivar de la publicación de la sentencia por el 'procés' golpista puesto en marcha en octubre de 2017; fueron aquellos tiempos de represión, cuatro décadas de franquismo, unidos a las torpezas de los últimos años, los que constituyen el fondo de armario de la preocupante situación que vivimos. Y que, hay que insistir, solo se solucionará no con la bruta aplicación de la 'mano dura', ni con una aplicación de artículos ambiguos de la Constitución, como el 155, sino con un gran pacto nacional, un acuerdo de las fuerzas constitucionalistas.
Un acuerdo que, ya lo verán, forzosamente llegará, pese a la pusilanimidad de nuestros representantes, más pronto que tarde después del 10-N. Si no, estaremos condenados a repetir, de nuevo, la historia de estos últimos, políticamente lamentables, años. Y ya no nos vengan con monsergas de que si Franco esto o aquello, por favor.
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