¡Vergüenza!

¡Vergüenza!

Kayros
20:35 • 18 oct. 2011
El Ayuntamiento de Elche, gobernado por el PP, ha retirado la ayuda económica al legado de Miguel Hernández. Los herederos del poeta se han visto obligados a guardar en un banco las 250 cajas que contienen valiosos documentos. La razón que esgrimen los políticos es que no hay dinero. Ni dinero ni vergüenza, añadiría yo. No contentos con que Miguel muriera en la cárcel de Alicante, ahora parece que le da lo mismo que muera de nuevo. Si se tratara de contratar a la Pantoja para un baño cañí; si habláramos de una corrida de toros o de un concurso de pádel, seguro que habría presupuesto, incluso si se tercia subirían los impuestos, como han hecho tantas veces, pero cultivar la memoria de un poeta universal que ha hecho más por su provincia que todos los ediles juntos, eso no entra en sus cálculos. Pero ¿qué concepto de la cultura tiene esta gente? ¿Y todavía se atreven a decir públicamente que cuando gobiernen lo harán al margen de cualquier idelogía? Son tan torpes que ni siquiera miden bien la reacción que puede producirse en el mundo entero. Además, desde el punto de vista económico condenar al olvido un enclave turístico de tanta garra intelectual puede resultar un pésimo negocio. Desde Orihuela a Alicante, desde Jaén a Madrid, he visto oleadas de poetas, artistas, escritores y hasta gente que poco o nada tiene que ver con las letras, que lo primero que preguntan es dónde hay huellas de Miguel Hernandez. Por menos de lo que gasta el consistorio en un espectáculo de feria, pueden perderse libros, cartas, viajes, pinturas, recuerdos, en suma, de un valor incalculable. Dicen los herederos que la culpa de este desahucio es netamente política y no les falta razón. Se ve a las claras que no ponen el mismo interés en sacar del olvido a Miguel que la de algún político de la Restauración. En cambio ya quisieran otras ciudades tener un reclamo cultural de esta resonancia y de esta amplitud. Cuando criticamos el bajo perfil intelectual de los políticos del PP no nos referimos a sus títulos universitarios ni sus grandes fundaciones, sino a la escasa sensibilidad frente para los valores culturales. El dinero, lo único importante, les tiene obsesionados.






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