El reciente exabrupto del dirigente de Vox en El Ejido, que han recogido diversos medios de comunicación, recordando un comentario de su abuela sobre lo que ocurría en otros tiempos, y que él parece hacer extensivo a la actualidad al hablar de “en tiempos de los rojos”, ha debido resultarle cuando menos chocante a quienes hayan conocido y el pueblo de El Ejido en otra época, hace ya algunas décadas, aunque no habrá resultado tan extraño para los que lo conozcan en los últimos tiempos. Y son varias y variadas las razones por las que el comentario del edil de Vox –junto con la subsiguiente callada de su alcalde- resulta chocante.
Una primera razón es por el orden mismo en que este edil de El Ejido -o su abuela- coloca los componentes de “la reflexión”, suya o de quien sea: coloca primero los tiempos de rojos, y después el hambre y los piojos. Otros observadores, quizás más empeñados y por más tiempo en eso de reflexionar creemos (modestamente), que es más adecuado –por cuanto se ajusta más a la realidad de cómo ocurrieron en otros tiempos y siguen ocurriendo las cosas-, poner el orden como lo hemos hecho en la cabecera de este escrito: primero el hambre y los piojos, y después los tiempos de rojos (y fascistas), o de fascistas y rojos. Así lo han hecho esforzados historiadores de España y lo siguen haciendo incisivos analistas de la actualidad de tantos lugares en los que todavía no han tenido la suerte de encontrar el camino de la modernidad y la riqueza, o han fracasado en el intento.
Al hilo con la primera, una segunda razón por la que me parece que este representante en El Ejido del partido político Vox se ha ido de ligero con su comentario, cuando menos, es porque esto que para él parece ser un descubrimiento ya se podía ver venir de lejos, concretamente desde que hace ya casi tres décadas, en 1991, Juan Enciso irrumpió en la política local de El Ejido, de la mano del PP y de su presidente, Antonio Góngora, compañero de avatares de Enciso y su valedor personal, que al proponer este candidato de lo que ahora se ha dado en llamar «populismo», vino a romper con lo que hasta entonces era la norma en la política local de El Ejido (antes de Dalias), que todavía se regía conforme a los viejos usos de la alternancia restauradora, consistente en que la oligarquía local solo podía «encasillar» en la alcaldía a probados miembros o servidores, alternando conservadores y liberales. La designación de Juan Enciso «el chato», un candidato con una evidente actitud equívoca frente a la oligarquía, supuso ya una ruptura de la norma, que era a la vez una primera muestra del fracaso de una burguesía en ciernes cuyos vástagos, tras el fracaso en su educación y profesionalización, no anunciaban nada bueno para el futuro de El Ejido, sino más bien, que se avecinaba un tiempo en el que, tras ese fracaso, vendrían las secuelas que después –ahora- hemos –estamos- viendo emerger bajo una economía en caída libre, y un gobierno local abiertamente alineado tras los postulados retrógrados que lidera Vox y sigue el PP, y que no son más que una continuación (y consecuencia) del «populismo chatista».
Y una tercera razón ha sido –y es- la inmigración, ante la que en el año 2000 y desde entonces, el mismo PP, con nuevos presidentes, no hizo sino dar un paso más –y seguimos- en el fracaso del municipio en encontrar el camino hacia la modernidad, en este caso, al no saber plantear la forma de incorporar al modelo de horticultura intensiva un nuevo factor de producción, la mano de obra asalariada (inmigrante), tal vez un aspecto más de no saber cómo plantar cara al nuevo entorno de mercado global (incluida la competencia de nuestros vecinos africanos), y no saber cómo integrar en la trama urbana y social a una nueva gente, joven, que trae y promueve otras culturas, y viene con nuevas y verdaderas ganas de esforzarse. Todos estos son componentes que por muchas y poderosas razones -y a todas luces- van a resultar ineludibles e incluso trascendentales para el futuro de la gran mayoría de los españoles y también de los de Almería y El Ejido.
Por eso, no. No es que “en tiempo de rojos, hambre y piojos". Es, más bien que una sociedad, en tiempos de hambre y piojos –de fracaso de sus dirigentes en modernizarla y darle curso a la riqueza-, se revuelve y acaba polarizada entre fascistas o/y rojos. Es, más bien, que en tiempos de hambre y miseria material e intelectual, los populismos encuentran su adecuado medio de cultivo y, por eso, si encuentran ese medio lo fomentan y, si no existe ya, incluso crean ese ambiente de miseria, como lamentablemente ha venido ocurriendo varias décadas en El Ejido bajo la connivencia de PP y PSOE, y sigue ocurriendo ahora, que ni han sido ni son todavía tiempos precisamente de rojos.
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