Conocida la sentencia que condena a los líderes políticos catalanes juzgados por el "procés" a penas de prisión que van de los 13 a los 9 años, en Cataluña se registraron numerosos incidentes de orden público. Grupos organizados intentaron colapsar el aeropuerto de El Prat -más de cien vuelos cancelados-, cortaron autopistas y carreteras en Gerona y Tarragona y también algunos tramos del AVE, ocuparon espacios públicos, cercaron durante horas la Jefatura Superior de Policía de Barcelona, hubo cargas policiales de los "mossos", algunos heridos, un detenido, etc. Tumultos varios y grandes molestias para viajeros y ciudadanos ajenos al conflicto, pero, en fin, el anunciado "tsunami" no fue la huelga general con la que amenazaban los compañeros de viaje de los dirigentes del proceso separatista.
Puesto que han convocado una manifestación para el próximo día 26, todo indica que seguirán las algaradas pero la cosa no irá a mayores. Entre otras razones porque tengo para mí que hay un cansancio de fondo. Una fatiga sicológica que resume el estado de ánimo de no pocos ciudadanos catalanes que en los inicios del proceso creyeron en las palabras de los dirigentes políticos que les prometieron que alcanzarían la independencia sin más costes que salir de vez en cuando a manifestarse enarbolando banderas "esteladas". Poco a poco han ido descubriendo que fue un engaño. Que estaban "jugando al poker y la cosa iba de farol", por decirlo con palabras de la consejera de Enseñanza Clara Ponsatí, prófuga en Escocia.
La sentencia declara probado que la intención de los lideres ahora condenados era "presionar" al Gobierno (de Mariano Rajoy) para obligarles a negociar. No considera que fuera un intento de rebelión. Sí aprecia, en cambio, los delitos de sedición y malversación. Para haber sido una tramoya en pos de una quimera el precio a pagar por la sociedad catalana ha sido y está siendo muy elevado. Como observadores anotamos la quiebra de la convivencia y la instalación de odio entre vecinos. Desde Artur Mas que inició el proceso -y prácticamente se ha ido de rositas-, hasta Quim Torra que amenaza con volver a repetirlo, en Cataluña se han juntado una promoción de políticos irresponsables que han engañado a sus conciudadanos llevándoles hasta el precipicio a la manera del flautista de Hamelin. Más de la mitad de la población -quienes se sienten y quieren seguir siendo españoles- hace tiempo que denunciaron la farsa. Lo que ahora cabe esperar es que el resto de quienes han sido envenenados con el discurso nacionalista servido por los medios de comunicación afines descubran que han sido engañados. Llevará tiempo, años, incluso pero no hay otra salida. Esto, también pasará.
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