Algún día se verán esas imágenes

Como me da mucha pereza volver al psicodrama colectivo del embalsamado y su cortejo, permítanme que sin flanquear el tema (a ver de qué diantres va a escribir uno hoy si no es de eso) lo afronte desde una perspectiva menos trillada. Y es que me ha sorprendido la sumisa aceptación de la exclusión mediática en el momento clave de la alta ocasión histórica, o lo que sea esto. 

Apenas ha habido protestas y quejas de la prensa y de las asociaciones de informadores por la prohibición de grabar o fotografiar la exhumación de los restos del dictador, con lo que se está privando a la sociedad española del testimonio gráfico de lo que, en palabras del ideólogo de esta ceremonia arqueológica, el Dr. Fraude, supone nada más y nada menos que “cerrar el círculo de la democracia en España”.

Es decir, que estaríamos ante un momento histórico de los gordos que no podrá ser visto por los españoles por decisión de su Gobierno, que se excusa en el mismo respeto familiar que no les ha impedido remover la tumba de su abuelo y bisabuelo. 

Y llama la atención que no haya habido iniciativas en pro del derecho a la información y a la difusión de unas imágenes que creo que van a tomarse de algún modo y que supongo que verán la luz algún día, quizás dentro de muchos años. O puede que no tanto. 

En 1984, nueve años después de la muerte del autócrata, se publicaron las famosas fotografías del general moribundo y entubado en la cama del hospital, tras una millonaria operación de compraventa atribuida al presunto fotógrafo, doctor, marqués y yerno del agonizante, que durante el entierro lloraba aparatosamente auxiliándose de un gran pañuelo blanco mientras el granito encajaba sobre una larga etapa de la historia de España. Recuerdo bien esas imágenes porque pude verlas transmitidas en directo en un domingo de comida familiar en casa de mis abuelos hace muchísimos años. Y parece que la TVE de entonces tenía más claro lo que es un servicio público que la Telesánchez de ahora.