Los años no pasan en balde, las arrugas se notan en la cara y en los cada vez más lentos movimientos, pero hay días en que saltan por los aires arrugas y limitaciones. La otra noche me senté a escuchar a Sensi Falán. ¡Cuántos años hacía! Sigue con su pequeña figura, delgada como siempre en ese lejano escenario. No me acerqué a ver si las arrugas empiezan a marcarle la piel, me interesaban más las de su voz y en ella no encontré ninguna. Sigue segura, como si los años por ella no pasaran. Con Sensi viajé a la Almedina de los sesenta, los corte de caña dulce en la plaza de Pavía o en las puertas de San Juan con aquellos cuchillos de madera. Con la canción, el recuerdo y el cariño de Sensi por Frasquito “el Falán”, su padre, me llevó al puerto, ese que todavía no nos había cerrado Pedro Lozano, y en el que los críos de aquellos años íbamos con una caña y una lata atada en la punta a la pesca de la pelúa y el cangrejo. Esa Chanca, la suya, la nuestra, la de todos los almerienses que se desborda montaña adentro y a la que ella canta con el alma, me llevó a aquellos amores de juventud, al recuerdo de una preciosa chiquilla morena de trenza larga, muy larga y a la que iba a recoger, nervioso como era menester, al centro que el servicio social tenía allí instalado. Sensi cantaba, yo cerraba los ojos y me sumergía en un mundo casi olvidado, un mundo que formó parte de ella, que estuvo pegado a mi piel y que tristemente en contadas ocasiones recordamos. Gracias, Sensi. Fue hermoso el reencuentro tras tantos años con un pasado que sigue formando parte de nosotros. Cantaba Sensi a las sirenas del cable inglés, a las calles azules del Puche, a la noble gente de nuestra tierra. Frasquito “el Falán” salía a pescar el calamar con potera, nos contaba Sensi, y yo recordaba esos ratos en nuestro Mediterráneo, volantín al ristre, intentando con mi cuñao Agustín Rodríguez Carretero o mi hermano Antonio la pesca del besugo en San José o en Retamar. Y todo eso y mucho más lo consiguió Sensi con su voz y sus letras hace unas noches. Las arrugas siguen ahí, no he podido con ellas, el pelo blanco también, pero logró con su voz que durante dos horas paseara años después por la plaza Galeno, la Almedina, la chanca y por una infancia feliz y casi olvidada. Me he prometido que de vez en cuando la tengo que buscar.
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