Gabriel Rufián, que viene de la política, ha reconocido que hay "fascistas con estelada". Y Carmen Forcadell, que viene de los movimientos sociales, centra la autocrítica en la falta de empatía con los catalanes no partidarios del "proces". Justamente los que se echaron a la calle el domingo pasado para reclamar un poco de cariño y pedirle a Torra, entre otras cosas, que deje el lanzallamas y convoque elecciones autonómicas.
Además, la ex presidenta del Parlament, encarcelada por su participación en el fallido intento de reventar el Estado, ha unido su voz a la de otros dirigentes nacionalistas que, a balón pasado, consideran que fue un error marcarse fechas de obligado cumplimiento en el malogrado camino hacia la independencia de Cataluña. Con el telón de fondo de una Barcelona en llamas que disociaba al independentismo de la marca reputacional de "gens de pau" (gente de paz) cosida a este movimiento.
De ahí la importancia de la espontánea reacción de Cremen Forcadell cuando tuvo que procesar mentalmente estas dos grandes sacudidas de su más reciente recorrido vital. Por un lado, la sentencia que la condena a once años y seis meses de cárcel.
Por otro, el vandalismo que arrasa las zonas urbanas por reacción a la sentencia del Tribunal Supremo sobre el "proces". A saber: "No lloré por la sentencia, lloré por las escenas violentas en nuestras ciudades. Eso no somos nosotros".
La aversión al caos y al desorden, como forma tóxica de responder a la sentencia del TS, también apareció en las declaraciones de Gabriel Rufián, portavoz parlamentario de ERC en el Congreso de los Diputados.
Y lo hizo de forma tan clara que esos "fascistas con estelada" a los que se refiere (ahora, no cuando los damnificados eran de otros partidos) le han tachado públicamente de "boutifler" (traidor a la causa). Lo cual no le ha impedido sentenciar que "la violencia no se justifica en nombre de la unidad de España ni de la autodeterminación de Cataluña".
Amén, señor Rufián. Y amén, Carmen Forcadell, cuando reconoce que el independentismo no ha sabido empatizar con esa mitad de Cataluña que sufre y calla la alucinación colectiva de una parte de la población. Quede su inesperado ataque de sentido común para la reciente historia de esta locura que ha fracturado la sociedad catalana y ha hundido la imagen de Barcelona.
Con esta frase de Forcadell nos quedamos: "Hay mucha gente no independentista que también defiende los derechos y libertades, pero que si le dan a elegir entre Cataluña y España, elige España".
No hace falta ser un cráneo privilegiado para llegar a esa conclusión, pero se agradece la valiente franqueza de la ex presidenta del Parlament.
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Antonio Casado