De todos los candidatos a la presidencia del Gobierno a los que he ido siguiendo, Errejón me pareció el más prometedor para la izquierda cuando le conocí, en momentos en los que ya se estaba planteando la ruptura con el Podemos de Pablo Iglesias. Así lo escribí en un libro, 'El Desengaño', en el que hacía un repaso a las fuerzas de la izquierda española: me deslumbró la capacidad de análisis que el ahora creador de Más País desarrollaba. También me gustaron su moderación y su creciente distanciamiento de los planteamientos algo demagógicos de la que había sido, entonces todavía era, su formación.
Me equivoqué, creo. Parece que Errejón, tras su paso poco significativo por la política local madrileña, no acaba de despegar: su discurso no traspasa, su imagen resulta excesivamente fría, sus previsiones de arrastrar a lo mejor de Unidas Podemos a su causa han fallado en buena medida, habla poco con los medios más significativos.
Y nadie sabe muy bien cuáles son sus planteamientos de futuro: ¿aliado delPSOE? ¿El hombre que quiere replantear una organización progresista más allá de lo que va pregonando Pedro Sánchez? ¿La persona destinada a fulminar el tándem Pablo Iglesias-Irene Montero?
Me parece que nadie lo sabe. Y las encuestas, tras una arrancada de caballo de carreras, en la que consiguió una publicidad gratis inmensa por parte de los medios, le pronostican ahora una parada de burro cojo: cinco escaños a lo sumo. Meritorio para alguien que acaba de crear un partido, que carece de implantación en la mayor parte del territorio nacional -él dice que no se presenta en las circunscripciones 'pequeñas' para no frustrar las expectativas de una izquierda unida--, que no tiene dinero para afrontar una campaña, ni sedes. Meritorio pero muy insuficiente.
Ni programa creíble tiene: le hemos escuchado propuestas de imposible aplicación, como ese 'cheque universal' para los menores hasta los dieciséis años. Se ha centrado en lo medioambiental, pero sus ideas han trascendido poco, muy poco, incluso en esos círculos.
Para colmo, no ha encontrado nombres relumbrantes, con tirón', para acompañarle. Ni Carolina Bescansa tiene ya aquel 'glamour' de la madre acompañada por su hijo en el escaño, ni Rita Maestre o Inés Sabanés son lo bastante conocidas fuera de Madrid. Su candidato en Cataluña es irrelevante, una vez que no ha sabido, podido o querido hacerse con aliados tan prestigiosos como podrían ser Coscubiela o Joan Herrera. Y mal de males, no estará presente en el 'debate decisivo' a cinco del próximo día 4: lógico, porque carece de escaños en el Parlamento.
Lástima, porque su imagen joven, aún fresca, su verbo calmado, su indudable inteligencia, merecerían mejor destino. Pero es joven y sigo insistiendo: no los hay mucho mejores que él en las filas de Unidas Podemos. Ni, si usted me apura, sobran en el PSOE los que, Pedro Sánchez aparte, puedan medirse con la talla, potencial todavía, de este joven de familia acomodada que, como los demás candidatos que aquí iremos retratando, no tiene la menor experiencia de gobernar ni siquiera una comunidad de vecinos.
Y de conocer lo que es la empresa privada ya ni digamos; en eso sí puede equipararse a los demás: nada de nada.
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