Una campaña más emocional que racional

La profunda superficialidad con la que se mueven las corrientes de opinión en España nos ha llevado a una campaña electoral más emocional que racional, en la que los asuntos determinantes han pasado a un segundo plano frente a cuestiones que no buscan la reflexión, sino la simple reacción. Esta operación, que capitaliza con éxito el PSOE desde que comprobó que al votante no le gustan las certezas incómodas (recuerden el famoso debate electoral entre Solbes y Pizarro en el que el primero ganó al segundo negando los avisos de crisis económica del PP) nos ha llevado a una campaña en la que prima el trazo emotivo sobre el deductivo. Y así, al votante que este domingo habrá de decidir el futuro de España se le está hablando muy poco de cómo crear empleo o del futuro de sus pensiones, o de las medidas para evitar la temporalidad laboral. Esos asuntos, que dibujan un panorama bastante sombrío, no interesan al gobierno por razones evidentes y tampoco parecen centrar la puntería de los demás partidos, que son conscientes de que en España predecir desgracias siempre ha cotizado a la baja. Sin embargo, no podemos mirar a otro lado. Los datos económicos están ahí, al margen de los calendarios electorales, y demuestran que estamos abocados a repetir los errores y horrores del pasado reciente. El desempleo avanza ya al ritmo de los peores momentos de la crisis y la desaceleración en la que está inmersa la economía española se ha hecho patente en las recientes cifras de la Encuesta de Población Activa, publicadas oportunamente después del debate televisivo. Pero no se habla de estos asuntos, o se tocan de pasada. Los unos para no tener que reconocer su ineptitud y los otros para no incomodar al votante. Por eso se habla tanto del fascismo y la emergencia climática. Ahora bien, si usted cree que trasladar momias o invitar a niñas hiperventiladas a venir a hablar sobre el tiempo no ayuda a llegar a fin de mes, ya sabe qué hacer este domingo.