Raquel es alumna de Bachillerato. Al inicio de curso, el nuevo profesor no la reconocía a través de la foto de su ficha hasta que se dio cuenta que ya no lleva el pelo largo rizado ni sonríe como una niña. Raquel tiene una sombra enojada sobre su rostro, no participa mucho en clase pero es muy activa en el centro. Estos días ha colgado carteles en el corcho de igualdad, que tiene un lugar preferente en el pasillo. Ella se sabe muy bien la lista de micromachismos y se empeña en visibilizar, concienciar y luchar. Ya tiene su camiseta de la FEM preparada para el próximo lunes 25-N, un día más de protesta contra la violencia de género, un día muy especial para ella.
Desde hace años enseño profesionalmente a chicas como Raquel multitud de teorías: materialismo, idealismo, relativismo, escepticismo, coherentismo, pragmatismo... Teorías diversas sobre la democracia, sobre la sociedad, sobre el ser humano, los números y el lenguaje, sobre el universo e incluso sobre Dios y la nada. Todas estas teorías tienen algo en común para la Filosofía: son criticables, pueden ser sometidas al escrutinio racional. La ley me obliga a ser crítico e incluso mi jefe, el Estado, me paga para inculcar esta higiene mental en mis alumnos y alumnas. ¡Es una competencia cívica y ciudadana!
En el siglo XIX una teoría muy original nació de la mente de un tipo muy inteligente y necesitado: Karl Marx. Pronto su hija conceptual fue sometida a crítica y sin embargo, la teoría de Marx se fue contagiando como un virus y fue creída como un dogma por muchos humanos. Movió a la acción: se mataron zares y curas, se hicieron revoluciones, guerras y Estados.
Como periodista, a inicios de este siglo comencé a difundir en titulares y noticias otra teoría que vivía adormecida en los estantes de las universidades. Se empezó a hablar de la teoría del género. Sintética y un tanto burdamente resumo esta teoría: defiende que las mujeres han sido desde hace siglos víctimas de una serie de agresiones, discriminaciones e injusticias como consecuencia de un sistema sociopolítico económico y cultural denominado patriarcado. Además, esta teoría defiende que las distintas agresiones a las mujeres, ayer y hoy, están conectadas porque fluyen del mismo magma o motor. Es cuestión de gradación hechos y fenómenos aparentemente diferentes: desde el lenguaje sexista, los piropos, el mansplaining, el techo de cristal o la brecha salarial damos el salto a la prostitución, ablación, abusos psicológicos y morales, agresiones sexuales y violaciones. Todos son expresiones diferentes de un mismo mecanismo de opresión a lo largo de la historia, el del heteropatriarcado.
Que existan estas injusticias y que sean repudiables son hechos absolutamente incuestionables. Que haya que luchar contra estas atrocidades hasta eliminarlas es incuestionable también. Acabar con ellas es parte de la lucha por la Justicia, la consecución de un mundo mejor.
Pero que la causa de todo lo señalado sea el patriarcado es solo una teoría, además inservible, poco eficaz porque toma el explanandum como explanans. Es decir, es tautológico, un juego de manos.
Es triste que una teoría esté en el centro de una burda trifulca irracional entre partidos. Es lamentable que una teoría separe a la sociedad en dos bandos irreconciliables. Es muy triste que no se pueda siquiera analizar en público una teoría concreta que no es científica sino filosófica a riesgo de ser descalificado, encasillado cuando no insultado.
Es incompensible la santificación de una teoría cuando hay decenas de hipóteis y teorías experimentales que todos los días son revisadas racionalmente por científicos en órdenes tan importantes como la salud, la biología, el clima, la astronomía, la física...toda teoría es intrinsecamente criticable por ser racional.
Yo no enseño que la Tierra sea plana o que el horóscopo determine los hechos futuros porque son falsas teorías que la ciencia no respalda. Enseño tanto el creacionismo como idea como la teoría de la selección natural de Darwin. Me muevo racional y libremente entre teorías y así intento transmitirlo a alumnos como Raquel. El lunes, miles de raqueles en España, miles de personas saldremos a la calle por una causa justa. Pero yo no lo haré por una teoría convertida en dogma irracional. Las teorías científicas han ayudado a la humanidad a superar problemas pero no ha pasado lo mismo con los dogmas. Que se lo digan al Muro de Berlín.
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