Por muchas palabras que uno reúna por aquí contra la violencia de género que viene sufriendo la mujer la imagen de ese zapato caído nos demuestra la terrible debilidad en la que viven las mujeres en nuestra sociedad. Hasta en el pueblo más pequeño de nuestra provincia se leyeron manifiestos, se reunieron mujeres y hombres ante los ayuntamientos, clamaron contra una violencia que se ha convertido en la mayor lacra que vivimos. La imagen de la procesión de zapatos rojos en la Escuela de Artes, pancartas, lemas y nombres de las 35 mujeres que han perdido la vida desde el 2003 hasta hoy. Gritos que se pierden en las calles y plazas de Almería. Silencios delante de las puertas de los organismos, caras de pena en la mayoría de los allí reunidos, cientos de palabras y de fotos en la prensa al día siguiente. Satisfacción por la manifestación. Y vuelta a casa. Vuelta a esperar a que mañana se nos anuncie que el zapato de una nueva mujer, almeriense o no, vuelve a caerse de su pie y con ello de su vida a manos de una violencia machista contra la que parece no tenemos armas para luchar en esta sociedad que nos venimos dando día tras día. ¿En qué nos equivocamos? Cómo es posible que no hayamos sido capaces de encontrar una solución a este drama que afecta a las vidas de las personas que más queremos. Nuestras madres y nuestras hijas. No puedo entender que un hijo no quiera defender a una madre ante el acoso de un maltratador, me cuesta trabajo pensar que un padre no quiera acabar con el hombre que maltrata a su hija y acaba con su vida. Toda mujer que muere es madre y es hija. Si en eso estamos de acuerdo, si somos más, si tenemos a la ley de nuestro lado ¿cómo no somos capaces de defenderlas? ¿Qué estamos haciendo mal, en qué nos estamos equivocando? ¿Cuántos zapatos caídos más tendrán que aparecer ante nosotros para que digamos ¡basta ya! pero no solo de boquilla y un día al año? Empieza a ser el momento de exigir a los legisladores que se cambie una ley que no cumple su cometido. Estamos cansados de zapatos rotos, cansados de gritos que parece no son escuchados, de pancartas que se guardan para el año que viene. Queremos romper las pancartas para siempre, dejar de alzar la voz ante el drama que viven las mujeres, queremos libertad, paz y vida para ellas.
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