Enormes surtidores de luz, en ciudades de anuncio, desangrando al cielo de su oscuridad astronómica, esa que nos permite ver las estrellas. Un colosal conglomerado de bombillas derrochando energía y consumiendo recursos en plena crisis climática. De un modo casi heroico se encienden las luces, se inaugura la Navidad y se iluminan los pecados propios de estas fechas. Lujuria de excesos, soberbia por brillar más que ninguna otra urbe, envidia de aquella que lo hace, avaricia de luminiscencia, gula insostenible, ira de kilovatios y la pereza de combatir el cambio climático. El regalo lo pagamos todos, factura incluida, no llevamos suelto pero si impuestos y la contaminación no sale gratis, las consecuencias medioambientales apagan el planeta. El Ayuntamiento de Almería quiere implantar un modelo de ciudad respetuoso y sostenible con el medioambiente, a través del proyecto ‘Huella de Carbono’, reduciendo las emisiones de gases invernadero, o eso al menos anunciaba el alcalde Ramón Fernández-Pacheco hace unos días. Como objetivo se pretende alcanzar un desarrollo sostenible, inteligente e integrador. Y que mejor y brillante idea para la sostenibilidad de la ciudad que iluminarnos con este espectáculo de 155.000 puntos de luz que nos dejarán toneladas de carbon(o) en las tres coronas monumentales de los Reyes Magos instaladas en la Rambla.
Hace falta que empecemos a creer en el cambio climático y pidamos responsabilidad en la gestión de los recursos naturales a nuestras administraciones de igual manera que desde el Portal Andaluz del Cambio Climático nos recomienda a los ciudadanos llevar a cabo prácticas diarias para el ahorro energético, económico y reducción de emisiones. Apaguen las luces que esto no es un simulacro, es una emergencia climática. Luces, cámara y contaminación.
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Ramón Fernández-Pacheco