La secta del clima

Antonio Felipe Rubio
07:00 • 06 dic. 2019

Negar el cambio climático es como decir que la Tierra es plana. Otra cosa es hacer de la dinámica climatológica una nueva religión o secta que nos sumerja en un hábitat de permanente culpabilidad, haciéndonos protagonistas de todas las desgracias que acaecen en el planeta. Es necesario, para emplazar el debate, discernir entre dos conceptos: cambio climático y ámbito medioambiental

El cambio climático es inexorable, inherente a la dinámica del planeta Tierra, y tiene como como actores únicos la geología y la astronomía. Son argumentos plausibles para hablar de cambio climático o graves alteraciones globales del clima la tectónica de placas, dinámica del núcleo interno y externo, movimientos convectivos del manto, grandes erupciones volcánicas  o alteraciones en las corrientes marinas. De todo lo anterior, nada es consecuencia de la acción humana. Sólo la acción de los CFC (clorofluorcarbono) ha tenido influencia planetaria, incidiendo este compuesto gaseoso, utilizado masivamente en máquinas de aire acondicionado y como propelente de todo tipo de sprays, en la merma de la sutil capa de ozono, efecto conocido como “agujero de ozono”. 


El efecto de cambio climático más regular en la historia de la Tierra es el conocido como glaciación. El último episodio acaeció hace unos 12 000 años. La exposición al Sol del planeta depende de la inclinación de su eje de rotación. Este eje (Norte-Sur) tiene una inclinación de 23,5  grados, posibilitando las estaciones de primavera y otoño (equinoccios) y verano e invierno (solsticios). Pero hemos de tener en cuenta que este eje no es fijo; se mueve, completando una rotación completa en un “año platónico” que dura 25 776 años. Así, la Estrella Polar dejará de servirnos como orientación, y dentro de unos 12 000 años, la nueva Polar será la estrella alfa de la constelación de la Lira (Vega). Curiosamente, si recordamos que la última glaciación acaeció hace 12 000 años y el movimiento de “precesión de los equinoccios” (año platónico) dura unos 25 000 años, deducimos que nos encontramos en el tramo más “caliente” entre glaciaciones. O sea, que lo del calentamiento global estaría justificado al encontrarnos en la equidistancia de los dos periodos más fríos.



El cambio climático no tiene nada que ver con la degradación medioambiental. Es innegable que estamos repartiendo basura y pestilencia por tierra, mar y aire; pero eso no infiere un cambio climático global, “sólo” hace que vivamos en entornos más degradados e insalubres; y de eso sí somos totalmente culpables. 


El fundamentalismo ecologista produce alarmas infundadas y, por lo general, contrarias a los avances tecnológicos. Ahora la han tomado con los plásticos. El plástico ha supuesto una gran solución para evitar esquilmar los bosques o sobrexplotar las minas. Basta mirar a nuestro entorno para encontrar plástico en todo lo que nos rodea y, que de no ser por plástico en electrodomésticos, mobiliario, material de construcción, implantes médicos… y catamaranes ahora estaríamos utilizando recursos vegetales y minerales en ingentes cantidades. Por un momento, inspeccionen la cantidad de plástico que se utiliza en un vehículo. Salvo el bastidor, algunas partes de la carrocería y el bloque motor, casi todo es plástico. Y si no queremos utilizar plástico, utilizamos madera y metales, y entonces sí que tendríamos un serio problema medioambiental.



 Otro mantra falso es el de los vehículos “ecológicos”. Los vehículos eléctricos reciben la energía de generadores que se nutren de un mix de renovables, fósiles y nucleares. Pero estos “inocentes” vehículos son grandes consumidores de energía. Para alcanzar el “nivel 100” de una batería hay que aportarle mínimo un nivel 120, ya que siempre hay pérdidas de transferencia. Nuestra hipocresía ecologista es la de no contaminar donde estamos o por donde nos movemos; pero sepamos que para circular con limpieza, antes hemos contaminado en otras latitudes allá donde se generó la electricidad que ahora carga nuestra batería con electricidad generada por algún molino, fotovoltaica o hidráulica, pero mayormente por fuel, gas, carbón o nuclear de fisión. Pero eso no lo vemos, y así tenemos la conciencia tranquila; y sobreactuamos venerando a lo más parecido a la “niña del exorcista” y escuchamos discursos apocalípticos de políticos que darán con sus huesos como consejeros de las eléctricas, nucleares o petroleras. 


Infundir miedo irracional es muy productivo para desviar la atención. Antes de extinguir el planeta extinguiremos el género humano. El planeta Venus –un mundo otrora parecido a la Tierra y actualmente lo más parecido al Infierno- lo consiguió sin mediar civilización alguna. Pero continuemos empecinados en no resolver nuestro problema medioambiental con el argumento del cambio climático. Ya lo dijo A. Einstein: “Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y de lo primero no estoy seguro”.




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