¿Revivir a ETA?

Isaías Lafuente
23:36 • 11 dic. 2019 / actualizado a las 07:00 • 12 dic. 2019

ETA dejó de matar hace más de 10 años, pero algunos se empeñan en revivirla periódicamente movidos por oscuros intereses políticos. La última andanada la ha lanzado la portavoz del PP en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, al afirmar que "el momento político actual es más difícil" que cuando ETA mataba, una afirmación que ha ofendido hasta a las víctimas de la banda terrorista y a sus familiares. Lejos de desmarcarse, su compañero de partido, el alcalde de Madrid, ha afirmado que, aunque los medios sean distintos, "los fines políticos de ETA y ERC" son los mismos, una afirmación que es de una precariedad intelectual supina porque, siguiendo el argumento de Martínez Almeida, podríamos equiparar a dictadores sanguinarios e impecables líderes políticos democráticos al concluir que ambos persiguen el mismo fin -conquistar el poder- aunque con medios distintos.


La repetida costumbre de incluir la palabra ETA o el adjetivo proetarra en la misma frase en la que se pretende atacar al adversario político es de una bajeza política considerable, porque lo criminaliza injustamente y, sobre todo, porque banaliza lo que ETA fue y el rastro de sufrimiento que dejó con su actividad asesina. Es, por lo demás, una actitud que retrata más a quien así argumenta que a quien pretende señalar, porque en política, no todo vale.


Pero es sangrante también que el Día de los Derechos Humanos la Universidad del País Vasco haya programado entre sus actividades la conferencia del etarra José Ramón López de Abetxuko, un individuo que participó en la muerte de Jesús Velasco y asesinó a Eugenio Lázaro y que nunca ha mostrado arrepentimiento por sus crímenes. Un periodista le preguntó si se arrepentía de su actividad criminal y él respondió que no había ido allí a hablar de eso. Hablo del sufrimiento y del miedo, sí, pero de los presos etarras, sin hacer mínima mención al dolor provocado a sus víctimas, algunas de las cuales estaban en la puerta de la universidad mostrando su indignación y su rechazo. Y no es extraño. En la nómina de conferenciantes para celebrar debidamente los derechos humanos un individuo así no tendría cabida. Y el lugar cedido para hacerlo tampoco parece el más adecuado. Los responsables de la Universidad han apelado a la libertad de expresión para justificar el acto. Así que sólo nos queda hacer uso de nuestra libertad de expresión para manifestar que una decisión así parece un profundo error.






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