No me hubiera importado, pero la verdad es que no soy psiquiatra.
Por lo tanto, lo que van a leer no forma parte de un diagnóstico, ni tampoco pretende ser una valoración médica, pero créanme que a la gente del Grupo Municipal del PSOE le pasa algo. Visto desde fuera, me atrevería a señalar un extraño caso de pérdida colectiva de contacto con la realidad y un exceso de pensamientos erróneos, de esos que son inmunes a la corrección que prueba su falsedad. Esa dinámica, que un psiquiatra de verdad podría considerar como la del pensamiento delirante, cobró forma de modo alarmante la otra mañana en la Plaza Vieja, en canutazo informativo de los socialistas en el que, lejos de valorar lo que hacen sus jefes en Madrid mercadeando el gobierno de España con los que quieren romperla, o castigando a los andaluces por su deseo de no querer seguir gobernados por mangantes, volvieron a hablar del monotema progre local: los ficus y el Pingurucho. Qué sorpresa. Y si digo que ellas y ellos parecen haberse instalado en una realidad paralela es porque insistieron en el mensaje falso de que el ayuntamiento quiere talar los árboles y demoler el Pingurucho. Es verdad que eso suena terrible y que remueve las tripas de sus parroquianos, pero habrá que decir otra vez que eso es mentira.
Aunque les dé pereza, si se los encuentran por la calle explíquenles que existen notables diferencias entre la tala y el traslado, así como entre la demolición y el cambio de ubicación. En el universo paralelo socialista, los concejales del PP son muy malos, porque son muy fachas y llevan en los bolsillos hachas, sierras, picos y dinamita para laminar la Plaza Vieja, pero en el plano real, los almerienses votaron en mayo sabiendo perfectamente lo que pensaba cada cual de ese proyecto.
Y no voy a recordar ahora los resultados. Insistir en la dolencia y repetir el delirio queda muy bien en los boleros, pero fuera de ahí resulta cansino y aburido. Muy aburrido.
Consulte el artículo online actualizado en nuestra página web:
https://www.lavozdealmeria.com/noticia/9/opinion/183781/en-el-delirio-de-la-realidad-paralela