Celebremos la historia y la vida

En unos tiempos tan dados a la confrontación y al enfrentamiento, resulta difícil no encontrar una preferencia o apoyo que no suponga, de manera natural, el rechazo frontal a lo que se presenta como su contrario o reverso. Si eres del Almería debes odiar a muerte al Poli y viceversa, y si te gusta o compartes el significado del Día del Pendón debes detestar la kermesse playera de la Noche de San Juan. 

Y no es fácil encontrar posiciones razonables que entiendan que ambas celebraciones no sólo pueden convivir sin problemas, sino que aportan un interesante contraste que define y explica bien lo que es a día de hoy esta vieja ciudad. Por lo tanto, no sería mala cosa empezar diciendo que festejar el Pendón no supone querer abolir la noche del fuego en la playa, ni tampoco lo contrario. Y que flexibilizar los calendarios festivos para mantener la necesaria cohesión argumental del relato fundacional de Almería con los gustos y preferencias más relajadas de sus vecinos no supone menoscabo o traición a la tradición escrita. Es simple sentido común. Por lo tanto, celebremos el día con la sostenida solemnidad de un acto cívico-religioso-militar de reducido seguimiento y enorme significado, y disfrutemos también de ocasiones de nula trascendencia histórica y extraordinario seguimiento popular, como es la llegada del verano a Almería. Por tanto, dejaré a los jartibles de la esgrima editorial la conocida polémica por la decadencia del simbolismo y la prevalencia del barbacoísmo, porque que me produce una enorme pereza entrar otro año más a comparar la obra de los Reyes Católicos con las conquistas discográficas de Georgie Dann y llevarme las manos a la cabeza por la descomposición de los valores inalterables. Tengamos la fiesta en paz y tremolemos la vida con algo más de buen ánimo, que ya se reflejará el fuego purificador en el rompeolas y podremos lavarnos los ojos para espantar los malos humores y ver las cosas de mejor modo