Cuando era un joven aspirante a filólogo que daba tumbos intentando encontrar su lugar en el mundo, uno de mis intelectuales de referencia era Juan Goytisolo. En mis largas noches lejos de Almería, las obras que el autor dedicó a esta tierra me sirvieron tanto de fuente de inspiración literaria como de reflexión sobre nuestro entorno. También fue él quien dirigió mi atención hacia la figura de Gerald Brenan y me abrió los ojos al respecto de la llamada de atención recogida en la obra del hispanista sobre la existencia de una serie de valores en la sociedad española de aquel momento asociados con la pertenencia y la solidaridad que el autor echaba en falta en su tierra natal británica y que esperaba que no se perdieran aquí. Un oportuno toque de atención que, por cierto, en mi opinión lamentablemente cayó en saco roto, ya que a nadie se nos escapa que en la España de hoy estamos perdiendo, si no los hemos perdido ya, aquellos fuertes lazos familiares y sociales que nos caracterizaron.
Lo cierto es que, como suele ocurrir, a partir de cierto momento de mi vida, ambos autores dejaron de ser un referente para mí. Aunque ya no tenga demasiada importancia, en el caso de Goytisolo influyó mucho cierto aspecto de su evolución tanto estética como intelectual iniciada a partir de la publicación de su obra Reivindicación del conde don Julián y en el caso de Brenan fue determinante mi convencimiento de que, especialmente en el caso de sus relatos sobre Almería, el hispanista mezcló aleatoriamente realidad y ficción, intentando hacer pasar algunos textos frutos de su imaginación como si fueran testimonios puros de la sociedad almeriense de aquella época.
Por suerte, son muchos los referentes que me han servido de guía a partir de ese momento; entre ellos, querría hacer referencia especialmente a uno, concretamente al narrador Javier Cercas. No es el momento ni lugar de glosar los méritos que reúne tanto como autor como intelectual. En la primera faceta destaca a mi entender en el manejo de los géneros literarios y en la segunda, únicamente haré referencia a su honestidad intelectual. Pero siempre que pienso en el presente de la narrativa española, en mi opinión un poco plano, me viene a la cabeza una obra suya que me convence de lo contrario. Concretamente, me refiero a Anatomía de un instante, una maravilla de la crónica histórica que, sin pretender ser una novela, se termina leyendo como tal. Agradeceré a Cercas toda mi vida la maestría con la que en dicha obra consigue que el lector rememore y sienta la emoción de percibir cómo en la noche del 23 de febrero de 1981, rodeados de energúmenos armados, tres tipos pequeñitos, el presidente Suárez, el Capitán General Gutiérrez Mellado y el secretario general del PCE Santiago Carrillo, durante un instante glorioso que es captado por una cámara, se creen su papel de representantes de la dignidad de un país y actúan de acuerdo con la misma.
En los últimos tiempos, esta imagen no me ha abandonado nunca gracias a la habilidad narrativa de Cercas; es una gran idea fuerza el pensar que, rodeados de elementos desintegradores que querían acabar con el orden constitucional y con el estado de derecho, tres tipos sin ninguna relación entre sí, un antiguo funcionario del movimiento nacional, un quintacolumnista en el Madrid de la Guerra Civil y un dirigente de las Juventudes Socialistas Unificadas del mismo periodo, fueran capaces de trabajar conjuntamente, aparcar sus diferencias y esforzarse en conseguir un objetivo por el bien común.
Inevitablemente, mi mente hace paralelismos con la situación actual. Es cierto que tenemos grandes problemas, pero no tenemos desafíos violentos directos como en aquel momento. Y no cabe duda de que todas las fórmulas para superar el impasse actual son legítimas y se les debe dar una oportunidad. Pero si finalmente no fuera posible encontrar otras vías que permitan superar la indudable situación de estancamiento e incluso de cierto retroceso que estamos viviendo, propongo modestamente reivindicar al viejo duque y generar los mayores consensos posibles entre todos los que estén por mantener el orden constitucional, que nos permita superar la situación actual, aunque sea para temas concretos y con fecha de caducidad.
Seguramente, la historia de que Don Julián por miopía, cortoplacismo o egoísmo abrió las puertas a un problema mucho mayor no es más que una leyenda. Pero, por si acaso, yo prefiero reivindicar a quienes se esforzaron por generar consensos.
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