El empoderamiento de Pedroche

Rafael Torres
11:00 • 03 ene. 2020

Todo es relativo: en tanto Cristina Pedroche decía sentirse empoderada, los espectadores la veían más bien constreñida. Lo único que parece no ser relativo es el gusto de la muchacha por acentuar con algún trapo (con una armadura ésta vez) su desnudo.


Pensándolo bien, cosa siempre difícil un uno de enero, hay más cosas que no son relativas, como, sin ir más lejos, el absoluto mosqueo de la reacción ante la inminencia de un gobierno, en lo social, de izquierdas. En lo territorial, que es donde la derecha dice poner el grito, cualquier cosa que no fuera intervenir la Generalitat a saco, le parecería fatal, un estacazo en el occipucio de España, y aunque en el crucial concurso de Esquerra en la epifanía de dicho gobierno se puedan percibir detalles que susciten alguna alerta, es el programa social de la coalición PSOE-Podemos el que más le horroriza de veras. Eso de subir los impuestos a los millonarios, de corregir la feroz inclinación explotadora de algunos empresarios o de actuar sobre la vergüenza del precio de los alquileres es lo que para ella, más que los gestos apaciguadores hacia el independentismo catalán, rompe España, su España.


Pero volvamos a Cristina Pedroche y a su cuerpo de panes de oro encajado sobre su mortal encarnadura en tanto los partidos y sus servidores mediáticos afilan sus dagas para las sesiones de investidura: ¿Qué tendrá que ver el feminismo o la cosificación de la mujer con la anual "performance" un punto narcisista de una persona que disfruta con eso, y la cadena para la que trabaja, más todavía? Se comprende el ingenuo intento de Pedroche de anticiparse a las críticas a sus emperifolladas "deshabillés" de Fin de Año a base de soflamas ecologistas y contra el maltrato, así como su aseveración de sentirse "empoderada" como guiño a los cánones del feminismo oficial, pero lo que no se comprende es que nadie se pueda tomar en serio algo tan inocuo, y mucho menos establecer con ello un debate airado.



Si se quiere enfurecer uno con la utilización infame del cuerpo y la imagen de la mujer, pues es para enfurecerse, véanse los anuncios televisivos de perfumes que rozan o traspasan, por machistas y estúpidos, lo vomitivo, pero que no la tome con la Pedroche, esa criatura imbuida del raro sueño de mostrarse desnuda y vestida a la vez.





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