Es posible que el lector haya tenido ocasión de ver una película española de finales de la década de los cincuenta del pasado siglo titulada Una señorita de Valladolid. La película en sí no merecería mayor comentario, salvo que en ella hay un dialogo que para los almerienses supone una cierta curiosidad histórica. En el mismo, el actor Alberto Closas, en el papel de un miembro del cuerpo diplomático español, desarrolla un apasionado monologo en el que describe cómo recibió una condecoración por su intensa labor negociadora al firmar un acuerdo con Alemania por el cual se desbloqueaba la comercialización de la producción anual de uva de Almería, que, según decía con vehemencia, se estaba pudriendo en el puerto, con el consiguiente efecto devastador para la economía de la provincia.
El monologo pretende ser cómico, pero para los almerienses tiene una segunda lectura que no lo es tanto. Por una parte, nos recuerda que hemos dependido históricamente de una serie de sectores económicos predominantes en cada época (minería, después la uva y en menor medida la naranja).
Además, deja claro otros dos elementos fundamentales de nuestra economía; el primero, presente ya desde el mismo momento de la fundación de la propia ciudad de Almería, es la importancia del sector exterior para nuestro desarrollo, debido a nuestra particular situación geográfica. El segundo, es nuestra secular posición marginal en las cadenas de valor de nuestros productos.
Muchos son los especialistas que han estudiado la evolución y declive de los diversos sectores económicos que se han sucedido en nuestra tierra por lo que no tiene sentido describirlo en estas páginas. Pero de la lectura de sus trabajos yo siempre he sacado una serie de conclusiones. Por una parte, una tendencia excesiva a la concentración de riesgos al fiar toda la actividad económica a una única actividad productiva y un débil desarrollo empresarial que, combinados con la ya mencionada situación marginal en la cadena de comercialización y con una política de depredación de los recursos naturales, llevaron a que, una vez finalizado el periodo de crecimiento propiciado por la actividad económica dominante en cada fase histórica, se sucedieran largas épocas de estancamiento y pobreza que situaron a nuestra provincia siempre a la cola de los índices de desarrollo económico, social y humano.
Por suerte, hemos sabido aprovechar el ímprobo esfuerzo de nuestros abuelos y de nuestros padres y la Almería de hoy en día se encuentra en unos parámetros socio-económicos que nada tienen que ver con los que nos precedieron. Pero las últimas noticias relacionadas con los diversos sectores de nuestra economía, que no invitan al optimismo, me han hecho recordar que nuestro gran salto de desarrollo es relativamente reciente y data de finales de la década de los 80, con lo cual si lo pensamos bien podríamos decir que apenas nos separan tres décadas del subdesarrollo. Muy especialmente me ha hecho pensar el declive que está experimentando el sector industrial, ya que por desgracia la situación actual coincide con los avisos que hicieron algunas voces hace varias décadas sobre la debilidad estructural que suponía el hecho de que el grueso del sector industrial almeriense lo constituyeran instalaciones con un importante impacto ambiental y dependientes de grupos empresariales sin vinculación con nuestra tierra. El aviso de pan para hoy y hambre para mañana ha resultado más acertado de lo que parecía.
Pero si miramos la situación general de la provincia con cierto distanciamiento, veremos que contamos con recursos más que suficientes para afrontar con éxito los cambios socio-económicos que apunta este nuevo siglo. Por una parte, tenemos una vigorosa y potente clase empresarial, con algunos casos de éxito a nivel nacional e incluso internacional que, unidos a una fuerza de trabajo cada día más formada a través de un sistema educativo en el que contamos con el gran activo de la UAL, complementado con la iniciativa de un Parque Tecnológico con gran proyección, nos permiten afrontar el futuro con cierto optimismo. Todo ello unido al hecho de que contemos con un sector agroalimentario especializado en líneas de producción que entroncan con la tendencia mundial hacia una alimentación cada día más saludable, nos sitúan en una cierta buena posición de partida. Especialmente, porque por nuestras propias características geográficas y ambientales tenemos una industria auxiliar de la agricultura que lleva camino de convertirse en una actividad que dote a la provincia de un potente sector industrial, en esta ocasión con una fuerte vinculación con el territorio.
Además, tenemos la oportunidad de aprovechar las indudables ventajas de nuestra tierra en relación a las energías renovables para desarrollar un potente sector económico asociado a las mismas y, por último, pero no en último lugar, en mi opinión sería conveniente acelerar el siempre pospuesto cambio de modelo turístico hacia el aprovechamiento de nuestros valores paisajísticos y culturales en lugar de ser una alternativa barata a los destinos de sol y playa.
Para conseguir estos objetivos, quizás deberíamos no perder de vista lo sucedido en otras épocas históricas y comenzar a pensar que necesitamos más músculo comercial y más gestión activa en la internacionalización ya que la experiencia histórica nos demuestra que esto no se consigue si cada uno hacemos la guerra por nuestra cuenta, especialmente en un mundo tan globalizado como el actual. Si lo conseguimos, no me cabe la menor duda de que en ninguna película del futuro se le ocurrirá al guionista incluir un dialogo cómico sobre el declive de la provincia de Almería.
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