Tras escuchar a Montserrat Basas, diputada de ERC, llamar verdugos a los diputados del PSOE y decir que "le importaba un comino la gobernación de España" para acto seguido, anunciar que su partido iba a apoyar la investidura de Pedro Sánchez absteniéndose en la votación se abría paso una pregunta: ¿qué habrá pactado, de verdad, el PSOE con los independentistas catalanes? No es descabellado pensar que algo nos ocultan viendo como vio toda España que Pedro Sánchez no replicaba a la mencionada diputada. Todo lo contrario, en su intervención final agradeció su apoyo a este partido separatista cuyo líder está en prisión condenado por un delito de sedición.
Todos los ciudadanos hemos podido ver que el flamante presidente del Gobierno anda escaso de escrúpulos cuando se trata de asegurar su obsesiva posición en la cima. Esa misma pulsión, que otros políticos han tenido antes que él pero que tuvieron el buen gusto de disimular o disfrazar, es la que le ha llevado al gran pacto con Pablo Iglesias, un político del que decía que no era persona de fiar. La formación de un Gobierno de coalición es legítima pero el que se anuncia en términos políticos resulta desconcertante dados los pronunciamientos neo marxistas de Iglesias y sus compañeros de Podemos y sabiendo que el PSOE desde que renunció al marxismo se ha venido definiendo como un partido socialdemócrata. Claro que el Partido Socialista de hoy tiene poco o nada que ver con aquél PSOE de Felipe González que con más de doscientos diputados optó por contribuir a la modernización de España optando por la moderación y enterrando los fantasmas de la Guerra Civil.
Lo que tenemos ahora es un partido presidencialista recortado en sus órganos internos de contrapeso y convertido en un instrumento al servicio de su único líder: Pedro Sánchez. El mismo Sánchez al que hace cuatro años sus entonces compañeros del Comité Federal obligaron a dimitir porque barruntaban que su ambición de poder le depositaba en manos de los partidos separatistas catalanes. Cayó y se levantó tras prometer en la campaña electoral que nunca se aliaría con Pablo Iglesias -le quitaba el sueño pensar que Podemos podía formar parte del Gobierno- y que tampoco pactaría con los independentistas. Pero es lo que ha hecho. Hoy ya es presidente del Gobierno. Era su único objetivo. Por eso bajaba la cabeza cuando la portavoz ocasional de uno de sus socios de investidura le espetaba que a ERC le importa un comino la gobernación de España.
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