Cuidado, nos observan

Esperanza Pérez Felices
07:00 • 11 ene. 2020

La situación social y política que vivimos en nuestro entorno cercano y nuestra especial posición económica, pues dependemos del mercado exterior para darle salida a nuestro producto ya sea hortícola o turístico, nos han colocado en una situación que cuando menos es comprometida, porque no son pocos los ojos que tenemos encima. Se trata de miradas interesadas, de unos que nos siguen muy de cerca para que no se deprecien sus intereses y de otros que buscan precisamente lo contrario, que nos demos un batacazo para ocupar ellos nuestro lugar.


Es algo más complicado que las simples reglas del libre mercado, y los agricultores de mi zona de trabajo, Níjar, lo saben perfectamente. Sus clientes empezaron hace unos años exigiendo cultivos cada más ecológicos, más naturales y respetuosos con el medio ambiente, y ahora sus demandas llegan hasta la sostenibilidad ética, ambiental o social para mejorar y proteger su reputación corporativa a nivel global.


A esto tenemos que unirle que vivimos inmersos en la sociedad de la información sin fronteras, y ello no implica solo que cada vez tengamos más acceso a nuevas tecnologías que nos permiten tener en nuestras manos mejores y más efectivos aparatos, sino que éstos nos acercan información de cualquier parte del mundo en apenas unos instantes. Información que puede ser contrastada o no, interesada o desinteresada, beneficiosa o sencillamente perjudicial. Y para qué nos vamos a engañar, esta última es la que más rápido corre por la red.



Tenemos que ser conscientes de que es tan fácil para nosotros como para el resto llegar a cualquier información, con lo que cada excentricidad que se le ocurra al paisano para conseguir un titular local y arrancar algún aplauso, puede provocar un enorme malentendido que de vuelta a casa es capaz de generar algo más que un apuro.


Dicho esto, la situación social y política, junto a nuestra dependencia económica exterior, nos obliga a hacer las cosas mejor de lo que ya las hacemos. Y sé que algunos se revolverán en sus asientos mientras leen estas líneas porque la estructura de costes de algunos sectores productivos no tiene mucho margen de maniobra, pero no podemos culpar al exterior de las llamadas de atención que tan alegremente hemos generado, o permitido que se generasen, en nuestro interior.



Y verán. En el caso de los productos agrícolas a nuestros clientes europeos les importa muy poco lo que suceda de Despeñaperros hacia arriba, pero puedo asegurarles que están absolutamente vigilantes de todo cuanto acontece en localizaciones tan específicas como Níjar, El Ejido, Poniente o Levante

almeriense.



En Níjar hemos conseguido medio escapar hasta ahora de la voracidad de esos ataques pese a que los hay empeñados en manchar nuestra imagen.


Y hemos escapado porque hasta ahora lo hemos hecho bien aún dentro de las limitaciones naturales que podamos tener, pero toca redoblar esfuerzos, dar un paso más y demostrar que jamás podrán compararnos con otros lugares por muchas hectáreas que se pongan a plantar, porque sencillamente somos Níjar.


Podrán replicar los modelos de invernaderos, pero nuestras condiciones naturales, la cercanía a los mercados y las condiciones de trabajo y seguridad social que hay en nuestros campos no son, ni mucho menos, las que pueden existir en Marruecos, Mauritania o Egipto, que trata de convertirse en el nuevo gigante agrícola poniendo en valor su abundancia de agua en las zonas de cultivo. Eso es lo que nos toca hacer valer, lo que somos, lo que hemos conseguido, esa constante mejora... Y nuestra tarea es que nadie enturbie nuestra imagen sacando banderas que no sean las de la calidad del producto local.



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