Los que amamos a Portugal como destino de paisajes y sabores podemos encontrar en las populares cataplanas del Algarve un buen reflejo de lo que está pasando ahora en España. Les hablo de un plato que toma su nombre del utensilio de cocina formado por dos semiesferas metálicas que se cierran con bisagras para dar forman a la que probablemente fue la primera olla express de Europa. Una de las recetas más conocidas de la cataplana combina pescado, crustáceos y moluscos con carne de cerdo, jamón y hierbas aromáticas. Una combinación que, sobre el papel, no parece deparar un maridaje feliz, pero que produce resultados sorprendentes para los aficionados a la buena mesa. Y si hoy usurpo brevemente el espacio de la crítica gastronómica es porque encuentro en la cataplana el reflejo perfecto de lo que quiere cocinar Pedro Sánchez en su multigobierno ecoprogresita: una suma de ingredientes que, a primera vista, solo pueden ofrecer un resultado infame. Pero con los gobiernos pasa como con la cocina: no opine antes de haber comido. Y eso es lo que toca hacer ahora. Creo que somos muchos los que pensamos que el masterchef de Moncloa ha mentido con equitativo desprecio tanto a los que le votaron como a los que no lo hicieron; que ha incurrido en innumerables contradicciones y que ha permitido que su partido acabe siendo el felpudo en donde limpian sus botas lo peor que ha producido la política española en décadas. Todo eso importará, sí, pero no conviene eternizarse en el duelo: hay que esperar y ver qué nos va a preparar, que ya habrá ocasión de devolverlo a la cocina y pedir el libro de reclamaciones. Y aunque yo le deseo lo mejor, porque a diferencia de sus socios a mí sí me importa España, mucho me temo que de lo que hay metido en esa olla no puede salir nada digerible. Pero como dicen allí, “As nossas desgraças entram sempre por portas que nós abrimos.” Vamos, que tenemos lo que nos merecemos.
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