Hace unos meses recurrí a la conocidísima escena de ´El Cazador´ en la que en un soldado americano jugaba a la ruleta rusa en un garito fétido y húmedo de Saigón para dibujar la trayectoria de Pedro Sánchez en los últimos años. El presidente no ha enloquecido, ni la Moncloa es un garito como el de la película de Michael Cimino, pero sus decisiones superan a veces la temeridad y ha hecho del riesgo una de sus señas de identidad. Hasta ahora ha sido un tipo con suerte y el percutor de su osadía no ha impactado en la recámara donde se aloja la bala, pero, desde el martes en el que fue elegido legítimamente presidente con el apoyo de Iglesias y el respaldo de Junqueras, el tambor de su pistola cuenta ya con dos balas más, aumentando así el nivel de riesgo de forma incuestionable.
La Moncloa y los despachos privados del Congreso no tienen la fetidez de aquel garito vietnamita, pero la espesa humedad de la desconfianza recorrerá el sentimiento de quienes se sienten a negociar las decisiones de gobierno entre sus paredes.
Sánchez sabe que, como escribió Borges y ha recordado alguien esta semana, lo que le ha unido a Iglesias y a Junqueras no ha sido el amor, sino el espanto. La sombra de unas terceras elecciones en las que los tres hubiesen sido los derrotados ha obrado el milagro de una unión de intereses coyuntural y, por tanto, llena de riesgos.
El triángulo que ha posibilitado el mantenimiento de Sánchez en la presidencia va a estar sometido a una permanente inestabilidad y el riesgo de que salte por los aires antes o después dependerá de las circunstancias políticas y emocionales de una sociedad, la catalana, arrastrada a una excitación sentimental provocada premeditadamente por quienes la dirigen. El patrioterismo, ya sea españolista o catalanista, no es mas que el refugio de los canallas y la bandera bajo la que esconden la miseria de sus intereses personales y tribales.
Los españoles hemos cerrado casi cinco años de interinidad para abrir una situación de inestabilidad. El largo plazo será un circuito poco frecuentado por la imprescindible estrategia con que debe actuar un gobierno.
La ansiedad adolescente de quienes acaban de llegar al poder ha sido la primera bala a la que se ha tenido que enfrentar Sánchez. Las prisas del recién llegado que protagonizará Unidas Podemos ya comenzaron al día siguiente de la toma de posesión del presidente a causarle problemas al hacer público el nombre y la competencia de los futuros ministros que acompañarán al líder de Podemos en el gobierno. Esta fue la primera detonación, escasa de pólvora, pero reveladora, que ya ha sufrido Sánchez. La segunda la constató 48 horas mas tarde con la batería de preguntas, mas de doscientas, presentados por Esquerra a un gobierno que ni existía cuando las presentó ni existe hoy. Son solo dos detalles, dos destellos de lo que va a ser la norma y no la excepción en la hoja de ruta por la que habrá de transitar el próximo gobierno.
Es el pago inevitable de recorrer un camino acompañado por opciones políticas con intereses distintos y, en el caso de ERC, estratégicamente antagónicos.
La aritmética parlamentaria del 10 N dibujó un laberinto en el que todas las salidas eran arriesgadas. El martes el Congreso eligió legítimamente (las proclamas hiperventiladas de ilegitimidad de PP, Ciudadanos y Vox no son más que desahogos para hooligans llenos de furia) quien debe ser el presidente. Ahora lo que hay que aprestarse a gobernar y a hacer oposición con sentido de Estado. El tiempo dirá si es así o no, aunque, como escribió Carlos fuentes, el pasado está escrito en la memoria y el futuro está presente en el deseo.
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