Una de las grandes preguntas que, ahora que sabemos la composición al completo de un Gobierno en el que hay bastantes integrantes 'novatos' es: ¿cuánto va a durar esto? ¿Llegará esta Legislatura, rara avis, a cumplir los cuatro años? En las filas de la oposición, PP, Ciudadanos y vaya usted a saber si Vox, confían en que no sea así, en que esto sea corto, año y medio como mucho, que se peleen Sánchez e Iglesias, que Cataluña siga horadando la acción del Ejecutivo central y, entonces, nuevas elecciones que, esta vez sí, ganaría la derecha, se supone que más articulada que hasta ahora.
Personalmente, no estoy muy seguro de que estos deseos de Pablo Casado, Inés Arrimadas, Abascal y los suyos se cumplan. Primero, porque la oposición sigue sin estar articulada en un bloque de 'centro derecha' en la medida en que la quisieran algunos 'politólogos' conservadores: Vox sigue sin sumar de manera homogénea con el PP. Y Ciudadanos está condenado a escindirse, lo que queda, en dirección al Partido Popular unos, hacia alguna aventura de corte socialdemócrata y centrista del tipo de la que quiere emprender Manuel Valls, me parece, otros.
De momento, las más serias de las primeras encuestas poselectorales dicen que el PP subiría algo, muy poco, aunque la figura de Casado se afianza; que el Ciudadanos sin Rivera también crecería de manera inapreciable --a ver hacia dónde tiran tras su congreso de marzo-- y que PSOE y UP decrecen, pero de manera casi simbólica. Es demasiado pronto. Y van a empezar a pasar muchas cosas, ya desde este mismo lunes, cuando Puigdemont y Comín van a montar la escandalera como miembros muy activos del europarlamento, que tendrán reflejo directo en la intención de voto. Si Sánchez lograse 'conllevar' la situación con el secesionismo catalán, si sus ministros podemitas, empezando por su inquieto vicepresidente, no hacen continuos brindis al sol, si el bastante sólido equipo económico --que no pasa, como mucho, de tenuemente socialdemócrata-- logra tranquilizar a la CEOE y al Ibex, la Legislatura durará. Cueste lo que cueste sacar adelante los Presupuestos.
Es este un escenario en el que debería moverse Casado, el hombre que, si consigue atraer a Arrimadas a su entorno, a algunos desencantados con el PSOE hacia los prados 'populares' a sus propios militantes hacia tesis centradas, y si mantiene a Vox a una distancia razonable, será presidente del Gobierno cuando esta Legislatura acabe. Lo cual, ya digo, podría no estar tan próximo. A ver cuáles son los primeros pasos que, este martes, nos anuncia Sánchez: ¿Se entrevistará con el inhabilitado Torra? ¿disipará la opacidad en su entorno? ¿Qué parte de su programa electoral --bastante bien aceptado en algunas de sus partes, dicen las sacrosantas encuestas-- cumplirá a rajatabla y cuál 'olvidará'? ¿Insistirá en el 'frentismo' por el que camina su portavoz parlamentaria, Adriana Lastra, o tenderá manos de diálogo a quienes su 'número dos' ha calificado como 'ultras'?
Pero, sobre todo, ¿nos va a explicar de una vez hasta dónde, cómo, cuándo y cuánto, se va a llegar en esa 'mesa de diálogo' con el Govern catalán, que en teoría sigue presidiendo un inhabilitado y manejando, en parte, un preso? Es la pregunta sustancial: del inhabilitado, del preso y del fugado depende en buena parte la duración de la Legislatura que comienza esta semana.
El efecto más perverso de la situación política catalana es que es capaz de tumbar, si se lo propone, al mismísimo Gobierno central, tan trabajosa y precariamente trabado. Y, de paso, hacer que sigamos sumidos en esta tremenda crisis política que, con levedad a veces insoportable, contempla con tanta calma la oposición. Como varias veces he escrito respecto de Sánchez: Casado, no nos falles... más.
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