Yo te lo explico, David

José Fernández
23:01 • 13 ene. 2020 / actualizado a las 07:00 • 14 ene. 2020

David Bisbal, el embajador más universal de nuestra tierra, se sinceraba hace unos días en una entrevista concedida con motivo del lanzamiento de su último disco, y mostraba en ella su perplejidad ante la situación actual de Venezuela. El artista contaba que había llegado a conocer la prosperidad de ese país durante sus giras y que no alcanzaba a entender qué es lo que había sucedido en estos últimos años para que buena parte de la población venezolana se encontrase ahora sumida en una descomunal crisis humanitaria, con problemas de abastecimiento y supervivencia. Y creo que las complejas razones de este colosal desplome social se le pueden explicar a David  en una idea sencilla: la indolencia ante el auge de los populismos. Creer que la solución perfecta para los problemas de un país puede ser ofrecer medidas de agrado social sin contar con respaldo económico es siempre el preludio de una catástrofe. Y no sólo eso: una vez alcanzado el poder gracias a la indolencia mayoritaria, la maquinaria del régimen de estupefaciente inspiración bolivariana del tándem Chavez-Maduro ha maniobrado para atrincherarse en el mandato, a pesar del evidente fracaso de un proyecto que ha terminado por arruinar a uno de los países más ricos del mundo. Y buena parte de esa estrategia económica ha sido diseñada por políticos españoles nostálgicos del comunismo que se han forrado llevando a la quiebra a Venezuela. Fíjate cómo serán de torpes y peligrosos estos tíos, David, que hubo incluso un candidato a presidente del gobierno de España que al ser consultado por la posibilidad de formar gobierno con ellos, dijo que jamás lo podría hacer porque el populismo llevaría a España a la escasez y a las cartillas de racionamiento, además de que la simple idea de hacerlo le quitaba el sueño. Pues bien, a día de hoy, el jefe de esos asesores bolivarianos es vicepresidente del gobierno de España, y el candidato que no podría dormir, su presidente. ¿Tú lo entiendes, David? Pues yo tampoco. 






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