Un reciente estudio de la Asociación de Ciencias Ambientales titulado “Pobreza, vulnerabilidad y desigualdad energética”, señalaba que la temperatura óptima para una vivienda, según la Organización Mundial de la Salud, está entre los 18º y los 21º grados.
No obstante, 3,2 millones de españoles no pueden pagar a tiempo sus facturas de calefacción e iluminación por falta de recursos. Un fenómeno que ha sido bautizado políticamente como “pobreza energética” y que llevó a los partidos de izquierda a protestar contra el anterior gobierno del PP y a llenar los ayuntamientos de mociones y propuestas para que los consistorios (la mayoría de ellos del PP) asumieran las facturas de aquellos que se encontrasen en tan acuciante situación.
Supongo que buena parte de estas familias saludaría con esperanza la llegada de un nuevo gobierno ecotransversal, paritario, sostenible y del más amplio espectro de sensibilidad social que imaginarse pueda. Y es normal que pensaran así, viendo el ramillete de ministros, ministras, ministres y secretarios de estado y de estada tan proactivos, tan empáticos con las causas de la gente y tan contrarios a la adopción de medidas penalizadoras de las clases trabajadoras.
Pues bien, según una resolución del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico publicada hace unos días en el Boletín Oficial del Estado, el precio de la bombona de butano acaba de aumentar un 4,95%. Tatachán. Así que cocinar, calentarse y ducharse con agua caliente será un poco más caro con este gobierno, a pesar de la enorme preocupación de los sectores más progresistas de la energía sociológica con los económicamente más débiles. Naturalmente, de esto no se habla en las televisiones o en las redes sociales, porque en el tema butanero es muy difícil cavar una trinchera que divida a buenos y malos.
En la bombona no se pueden aplicar el sistema favorito de Pedro Sánchez para calentar al personal, unos contra otros. Así que abríguense.
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