La situación política se adensa. Puede que el lunes que viene Cataluña entre en una parálisis institucional cuando, en el Parlament, el no sé si aún president de la Generalitat de Catalunya se niegue a aceptar la inhabilitación acordada por el Tribunal Supremo. Es ese señor Torra con quien aún sostiene el presidente del Gobierno central, Pedro Sánchez, que se entrevistará, pese a lo que pese (yo creo que acabará no haciéndolo, pero al tiempo: quién sabe lo que vale la palabra actual del inquilino de La Moncloa). Y todo ello, envuelto en muy polémicas decisiones del Ejecutivo, desde la designación de la fiscal general del Estado hasta la ‘reforma exprés’ del Código Penal. Solamente una voz, y tímida, se ha levantado en el guirigay: la del presidente de Castilla-La Mancha, el socialista Emiliano García-Page. Que podría pasar, pese a su relativa juventud, 51 años, por el último representante de la ‘generación del 78’. ¿Dónde están los otros?
Me sorprende el silencio atronador de Felipe González, del propio Alfonso Guerra, de los herederos de Rubalcaba: todo un PSOE que anda como ausente, quizá ya desaparecido. En el otro bando, resulta clamorosa la prudencia de Aznar, de Rajoy, sobre quien circula el chiste, por él no desmentido, de que quiere presidir la federación de fútbol, y que está, como Umbral, ‘hablando solo de su libro’. Y, con ellos, todos callan, mientras las instituciones sufren, los empresarios se alarman y, ya digo, en Cataluña se avizora un enorme vacío que a saber cómo diablos se va a llenar; no se contemplan planes para solucionar el cada día más grave conflicto, al margen de esa prevista entrevista de Sánchez con Torra, en Barcelona, ya me dirá usted. Un encuentro que a mí, en principio, no me parece mal -hay que dialogar incluso con quien no quiere hacerlo--, pero que, vistas las cosas como se están poniendo, causaría alarma en esa otra ‘media España’ que calla y se asombra, pero que prefiere apuntarse a la mayoría silenciosa.
Creo que la ‘generación del 78’, a la que ya se ha dado por amortizada, tiene la obligación de hablar. Los ex presidentes del Gobierno -y sí, incluyo a Zapatero-, los más importantes ex ministros, los juristas señeros que transformaron España -Landelino Lavilla, instalado en el Consejo de Estado, lo mismo que Herrero de Miñón, o Fernando Ledesma, tantos otros-. Y quiero escuchar a la izquierda que está al margen de esa ‘izquierda oficial’ incluida en el Gobierno de coalición de progreso: Manuela Carmena, Gaspar Llamazares, que preparan sendos manifiestos, Coscubiela, muchos, tienen la obligación de hablar, y nosotros de escucharles.
No puede ser que solamente una parte de los jueces, una parte de los medios, se hayan constituido en la oposición, necesaria, a muchas cosas que pasan o que podrían ocurrir. Y eso que se da en llamar sociedad civil ni está ni, creo, se la espera. Hay miedo en esa izquierda, como una cierta desidia en la derecha. Y el centro está desaparecido: nadie quiere elevar su voz, no vaya a ser que quien se mueva no salga en la foto. Y la foto, en este cuarto de hora, está muy borrosa. Y, además, se frivoliza: la imagen que triunfa es la de un feliz Pedro Sánchez, ayer triunfante en Davos, hoy en la gala brillante de los premios Goya, los de los smokings. El goce del poder. No está mal.
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