El presidente de la Generalitat, Joaquín Torra, cobra 409 euros al día, después de las dos subidas que llevó a cabo él mismo, una en 2018 y, otra, en 2019. Vienen a ser unos 150.000 euros al año, y no me escandaliza, ni me parece demasiado para el tamaño del presupuesto que maneja y la responsabilidad que asume.
Lo que me parece un derroche insensato es que, teniendo un sueldo de ejecutivo mediano, no trabaje nunca. En cualquier empresa lo hubieran echado por absentismo. Es verdad que mañana y tarde hace apología del secesionismo, pero le pagan para gobernar la autonomía de Cataluña, y no se conoce qué medidas concretas ha promovido, ha puesto en marcha o está estudiando para mejorar las condiciones de vida -sociales, laborales, económicas o culturales- de los contribuyentes catalanes, que son los que le pagan el sueldo, el coche en el que viaja y sus comidas.
El Parlamento no aprobó ni una ley, ni una norma, ni una observación, durante 14 meses. Después de un años y dos meses, un día glorioso, aprobaron la recuperación de la Agencia de Salud Pública Catalana. Les costó pensárselo desde mayo de 2018 hasta junio del año 2019. No se puede decir que su productividad sea alta. Los pones a estos como responsables de una fábrica de automóviles y cada seis meses ponen una bocina y una rueda, y seguro que en diez años saldría un automóvil.
El problema no es la cuantía de la nómina, sino el despilfarro de pagarle a alguien por no hacer nada. Ni siquiera cuando, en un incendio, están en peligro la vida de las personas está más preocupado porque vengan bomberos de otro país, o sea, España, que proteger bienes y personas.
No sabemos qué mes de qué año convocará elecciones, porque lo que ha hecho ha sido anunciar que anunciará la fecha en la que tendrá lugar el anuncio. Pero, eso sí, cada que día que pase son 409 euros al bolsillo. No es mucho, pero es a cambio de nada.
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