Carlos Carnicero
19:22 • 03 nov. 2011
Empiezo a pensar que hay que levantarse con tapones, como los que te dan a veces en los aviones para dormir. Y probablemente con orejeras. En caso contrario te encuentras con las cifras del paro, el ultimátum de la señora Merkel, con el plante, probablemente legítimo, del Gobierno griego, con las amenazas de Nicolás Sarkozy a las economías de Europa, que casi todas están mejor que la francesa, con el boicot de Obama a la UNESCO y con los preparativos de Israel para atacar a Irán.
Nunca creí en las profecías de Nostradamus ni en las conjunciones astrales. Sencillamente cada día creo más en el tesón de los sinvergüenzas. Como ayer no me puse tapones, oí al vicepresidente de la patronal española, un señor que se llama Arturo Fernández, que con voz muy desagradable decía que se "había acabado el café para todos" y que ahora tocaban obligaciones y no derechos. Desconozco el patrimonio y los ingresos del señor Fernández, pero estoy harto de escuchar recomendaciones de austeridad a personas que están forradas y que en ningún caso se muestran dispuestos a rebajar su tren de vida. Piensan que los ajustes son para los demás, y no trago.
Como no me quiero volver loco, todos los días repito que esta catástrofe, este Apocalipsis, se inició con unos sinvergüenzas que inventaban productos financieros de laboratorio, que resultaron ser tóxicos, para cobrar primas por colocar en el mercado esas bombas de relojería que están estallando cada día en las casas de cientos de millones de honrados trabajadores que ya no saben qué hacer con sus vidas.
Al terminar de escribir este artículo, he decidido prescindir de los tapones de oído y de las orejeras. No estoy asustado: estoy profundamente indignado. Y me convoco a mí mismo a la rebeldía contra nuestros dirigentes políticos y nuestros líderes empresariales. No voy a votar a ninguno de los dos grandes partidos y voy a apoyar todos los movimientos de indignación que me sigan pareciendo razonables frente a este Apocalipsis que han fabricado unos sinvergüenzas que se lo siguen llevando crudo. Que el Apocalipsis sea para todos.
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