Cuesta entender que sin mediar explicación coherente el Gobierno español vaya a cambiar la política de alianzas en el seno de la Unión Europea alejándose del eje motor que forman Alemania y Francia. Sorprende que la renuncia a formar parte del tandem franco alemán no haya merecido otra explicación que unas declaraciones de la nueva ministra de AA.EE, Arancha González Laya, en las que sentencia que España "debe girar hacia otra alianzas variables".
Un arranque llamativo en boca de quien a juzgar por sus palabras no domina las claves de las complejas relaciones que durante años han tejido sus antecesores en relación con el mundo de Bruselas. No parece que una decisión de tanto calado como esta que en caso de llevarse a la práctica nos alejaría de la vanguardia de la UE sea fruto de la aportación de la recién llegada al Palacio de Santa Cruz.
Cabe suponer que dicho cambio refleja un cambio en el pensamiento de Pedro Sánchez fruto de la irradiación de su nuevo socio, el vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias, líder de Podemos un partido de larga trayectoria crítica con la Unión Europea. Iglesias ha participado en mítines en Francia apoyando a Jean-Luc Mélenchon un líder izquierdista que se caracteriza por una oposición feroz al presidente Emmanuel Macron y a sus políticas europeas. No parece sensato cambiar de alianzas cuando España como cuarto país de la Unión en número de habitantes y peso económico debería aprovechar el hueco que deja el Reino Unido tras la entrada en vigor del 'Brexit'. Estar con los grandes que seguirán marcando el rumbo tratando de asentar el papel de Europa en el mundo para, entre otras estrategias, hacer frente a la presión comercial de China y a la política proteccionista de los EE UU con un Trump que tras superar el 'impeachment' se perfila como vencedor en las próximas elecciones.
Acertar a elegir aliados en Bruselas es esencial. Con una Italia en perpetua crisis como posible aliado el "giro hacia otras alianzas variables" llevaría a España a formar parte de la segunda división en una Europa de dos velocidades. Nunca le fue mejor a España en la UE que cuando Felipe González (PSOE) y Helmut Kohl (CDU) dejaron a un lado la pugna izquierda-derecha para enfocar con luces largas el futuro de Europa. Dado que para Pedro Sánchez cambiar de ideas no entraña quebranto quizá no debamos perder la esperanza de que acabe imponiéndose la sensatez y nuestra diplomacia en Bruselas pueda aprovechar el hueco que deja el Reino Unido para subir un peldaño pasando del quinto al cuarto lugar en el escalafón comunitario. Jugar a ser cabeza de ratón es un mal negocio.
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