Hay partidas geoestratégicas globales que se juegan en un tablero de ajedrez localizado. España acaba de ser sede de una muy relevante: la suspensión en Barcelona del Mobile World Congress, la más importante feria mundial de tecnología y futurismo. Acertaron las autoridades al no tomar ellas esa decisión porque hubiera reportado a Barcelona el sambenito de “ciudad infectada por el coronavirus”, cuando los dos únicos casos confirmados estaban en dos islas lejanas, Mallorca y Gomera. Acertaron también porque quien suspenda el acto es diana de las millonarias demandas de indemnización. Pero mientras se debatía esa anulación, se celebraba la feria electrónica en Amsterdam; y otra en Singapur. Paralizó el MWC el comité organizador donde están las principales compañías tecnológicas del mundo. Por eso el profesor Manuel Castells, ministro de Universidades, escribe en La Vanguardia: “El temor a la dominación china, a su progreso tecnológico y a su emergencia como poder global, conduce a una asociación primitiva entre difusión de virus y globalización mucho más seria que el impacto sobre la salud (...) No puedo dejar de pensar que algunas de estas empresas -las que no van a Barcelona, pero sí a Amsterdam- están perdiendo su competición con Huawei y otras grandes corporaciones chinas que hicieron del MWC su plataforma de lanzamiento estos años”. Liguen esto con un Donald Trump furibundo contra Boris Johnson por haber permitido la entrada de tecnología Huawei en el Reino Unido y tendrán motivos para pensar que ahí puede estar la verdadera razón de esta suspensión, que ha resultado un mazazo económico demoledor para Barcelona.
Se jugaba esa partida, y otra simultánea muy importante en Europa sobre el recorte drástico de subvenciones a la agricultura, con un incendio en el medio rural español por los bajos precios del mercado, pero la oposición solo preguntaba por Venezuela en la sesión de control al Gobierno en el Congreso. El periodista Enric Juliana retrató el llamativo episodio en un gráfico titular: “España, capital Maracaibo”.
La sensación es que en el mundo pasan cosas muy importantes y que en España hay problemas que deberían ocupar la atención del mundo político -piensen solo en el problemón de la falta de viviendas de alquiler para jóvenes, castigados a salarios precarios, o en el desequilibrio entre ciudades y mundo rural, entre tantos otros- y observen el debate político tan pobre que padecemos. La polémica puede girar en torno a una inclinación de cabeza de un colaborador de Pedro Sanchez al saludar a Quim Torra, o en llamar a Juan Guaidó , “líder de la oposición” en vez de “presidente encargado”. Parece que fue un lapsus, como aclaró después Moncloa, pero no es una incorrección porque Guaidó es las dos cosas a la vez. Tremendo drama aclarado, con ríos de tinta desperdiciados cuando tanta falta hacen para pedir iniciativas gubernamentales en asuntos de interés y trascendencia general.
Hay expectación por el encuentro del lunes 17 entre Pedro Sánchez y el líder de la oposición, Pablo Casado. Se necesita de ambos para aprobar leyes importantes. Necesitamos Gobierno solvente y oposición de Estado: no una prolongación de las tertulias mediáticas en las que chapotean felices tantos políticos. A ver si unos y otros maduran, que hay mucho por hacer. Es urgente.
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