Ya nos imaginábamos que ante los numerosos créditos que había solicitado Pedro Sánchez, tanto a los comunistas como a los nacionalistas, los acreedores en las puertas de la Moncloa iban a parecer una manifestación, pero en lo que nunca pudimos fantasear es que, un mal día, ante el control de acceso, se presente nada menos que el Cobrador del Frac.
Un día hay que abonar la factura a los vascos, y permitirles que manejen los fondos de pensiones, en un territorio, por cierto, donde debido al envejecimiento, se recauda menos de lo que se abona, pero se pagan las pensiones gracias a la solidaridad del resto del territorio español que no les roba a los vascos, sino que les inyecta dinero para que los jubilados vascos puedan cobrar.
Al otro día hay viajar hasta Barcelona para rendirle pleitesía a un inhabilitado por la Justicia. Al siguiente, toca obedecer al sátrapa de Venezuela y recibir a la millonaria narcovicepresidenta, saltándose a la torera las disposiciones de la Unión Europea, y acatar sus órdenes para que no reciba a Guaidó el presidente del Gobierno. Aun no hemos contado lo que queda por pagar, y ya hay que fijar fecha para una reunión paritaria entre los criados del golpe de Estado y el Gobierno de España, o de lo que quede de España. Pero es que no terminas de cumplimentar las últimas facturas, y ya están los de Baleares, pidiendo que lo de las menores violadas sea considerado un problema menor, y allí están los valores de la izquierda para llegar a decir que, si alguien de derechas se preocupa porque las niñas menores, acogidas en un centro, se prostituyan, es porque son fascistas. Y, encima, a ver cómo convertimos a los delincuentes de la sedición en héroes reformando el Código Penal.
No sé si resisten hasta febrero, pero en marzo, un poco antes de la Semana Santa, está en la garita de acreditaciones, el cobrador del Frac.
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