España, una inmensa mesa de negociación

Fernando Jáuregui
01:08 • 22 feb. 2020 / actualizado a las 07:00 • 22 feb. 2020

España se ha convertido en una inmensa mesa de negociación, en la que el Gobierno central ocupa siempre una de las esquinas, sin que conozcamos bien cuál es la estrategia mediante la cual se negocia en nuestro nombre, el de los ciudadanos y a veces ni siquiera quién, ni con qué intenciones, se sienta al otro lado. Ignoro a dónde nos llevará tanto encuentro negociador en el País Vasco (gestión de la seguridad social en Euskadi, por ejemplo), en Cataluña (el miércoles veremos por dónde andamos), en la Unión Europea (el propio presidente Sánchez nos expresó su preocupación por cómo están las cosas) e incluso en el seno del propio Ejecutivo. Donde, por cierto, ya se aprecia el intento de Podemos de quedarse con la ‘cara benéfica’, las reivindicaciones de las mujeres, por ejemplo, y allá se las apañe el ‘socio’ con problemas como Ábalos o la fiscal Delgado.


Y, a todo esto, la única mesa negociadora que con mayor premura debería mantenerse en pie para modificar legislaciones, acordar instituciones y poner en marcha reformas y regeneraciones, se ha quebrado las patas. Me refiero a ese mal comienzo de semana en el que se (des)encontraron Pablo Casado y Pedro Sánchez, representantes de los dos principales partidos nacionales. Así que la negociación del Estado se queda en manos del PNV, de Esquerra Republicana de Catalunya, de Podemos frente al PSOE.


No llevamos ni la mitad de los cien días que se exige a los comentaristas que aguarden antes de criticar a un nuevo Gobierno y lo actuado en estas seis semanas y media produce ya tanto vértigo, tanto desconcierto, tan desordenado ha sido, que resulta muy complicado hacer una crónica puntual, serena acerca de quiénes somos, de dónde venimos y, sobre todo, a dónde vamos. Que no digo yo que no sea por el buen camino: hay tanto bache, tanta curva, tanta neblina, que resulta difícil un diagnóstico sereno. Quizá al final del trayecto haya luz al salir del túnel, quién sabe.



Y ya verá usted cuando de veras tengamos que enfrentarnos a una negociación presupuestaria, migratoria, social y de economía puntual con una Unión Europea que tengo la impresión de que no comprende demasiado bien a este Gobierno español tan ¿peculiar? O cuando alguien, además de próximamente el Rey, haya de sentarse frente al, ejem, inestable Trump incluso para pedirle permiso para poder utilizar una u otra marca de teléfono móvil. Cierto: cuando estemos a mitad de Legislatura -que yo creo que sí, que llegaremos--, es probable que, esta vez sí, a España no la conozca ni la madre que la parió, como advirtiese, en muy otras circunstancias y con muy otras intenciones, Alfonso Guerra.


Y, a todo esto, la oposición jugando al mus en un taburete sobre no sé qué acuerdos ante las próximas elecciones en el País Vasco y en Galicia. O en Cataluña, cuando por fin nos enteremos de cuándo piensa ese señor que tanto está haciendo por agravar el torbellino, a Torra me refiero, convocarlas.



Siempre estaré a favor de la negociación. Cuando se sabe qué es lo que se tiene que negociar para ir avanzando hacia metas bien definidas ante la ciudadanía. Si no, yo prefiero que un Gobierno venga ya negociado de casa en lugar de andar dando vueltas en un tiovivo que me marea, la verdad.




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