Cuando los problemas son serios tendemos a desordenarnos y en ese revuelo que nos armamos mentalmente somos capaces de lo peor, y muy pocas veces de lo mejor, por eso en las situaciones complicadas hay que hacer como los cocineros nuevos, deconstruir para luego volver a montar el puzzle sin perder la esencia del plato, pero buscando siempre un mejor resultado. En Níjar, las lluvias nos han obligado a deconstruir mucho para interpretar de nuevo nuestro modelo, y todo eso en medio de una situación generalizada de crisis de precios que, paradójicamente, tiene su principal factor de influencia en el buen tiempo. Las altas temperaturas de todo el año están provocando un perverso efecto en los mercados que, también, han llevado al punto de ebullición a los agricultores. La desesperación saca a la gente a la calle y ello provoca que se descentren, que pierdan la objetividad sobre el entorno, el beneficio del trabajo conjunto y, sobre todo, la identificación de los verdaderos causantes de los problemas.
En Níjar, como en otros lugares afectados por este trimestre que mejor podríamos haber borrado del calendario, nos ha costado mucho entender que tenemos un tesoro, uno muy especial que no puede estar en manos de ningún tesorero que quiera intervenir en nuestro devenir diario. Es decir, que para luchar por un territorio hay que huir de quienes tratan de teledirigir a los más ingenuos dándoles la razón en todo, azuzándoles para que cometan errores que finalmente les lleven más al borde del precipicio que al camino de la excelencia. Y esto vale tanto para hacer cuentas, orquestar la reconstrucción de una comarca como para convencer a un sector de que, por mucho que cueste entenderlo, la solución inmediata sólo está en el camino de lo positivo. Dicho de otra manera, la confrontación sólo nos señala más, muestra debilidad y genera pérdida de confianza. Y sigo con ejemplos fuera del campo, para que mis vecinos y todo el que quiera escuchar, pueda buscar semejanzas en posibles soluciones, porque nadie tiene una varita mágica que salve a todos por igual y esa, lamentablemente, es la primera lección que toca aprender.
Níjar lucha apretando los dientes, no sacándolos, por ejemplo para solucionar antes del verano los destrozos ocasionados por la DANA en nuestra red del ciclo del agua. Ya nos han anunciado que las ayudas llegarán, que están ahí, pero, como a los agricultores, los tiempos nos comen. Llega el verano y no podemos poner en peligro la campaña turística porque, entre otras cosas, es nuestro mejor expositor de producto.
Y claro, al final no se intervendrá de urgencia por el hecho de que el coste de oportunidad de hacer las cosas en su debido momento sea altísimo, sino cuando se empiecen a ver los peligros reales del mosquitero que se puede liar en toda la bahía de Almería, capital incluida, si no somos de capaces de actuar con urgencia allí donde es preciso.
En el campo pasa igual, si no plantan, no venden, si no hay ingresos, no hay mano de obra y todo el sistema se tambalea. Si no hay precio, no hay beneficio con el que devolver dinero y no hay más posibilidad de crédito.
Al final como en las cuentas de una casa, de una empresa, de una administración, toda actuación a la ligera, dejándose guiar por un hecho puntual, por un momento concreto, tiene un efecto encadenado que conduce siempre al peor de los escenarios, por lo que repito, es el momento de luchar las guerras una a una, que si queremos hacer todo a la vez mal futuro nos espera. Aunque el presente no sea verdaderamente como para tirar cohetes.
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