Una de las tendencias más acusadas en la opinión publicada en Almería es la de encontrar la raíz y causa de los problemas que enrarecen la vida en nuestra ciudad o son considerados como nuestros principales y peores problemas. Y no es que me atreva a anunciar ahora aquí la cristalización del mal supremo, pero creo que debo apuntar un factor que viene lastrando el progreso de Almería, en mi opinión, como ningún otro. Y ese hecho es la incapacidad de algunos políticos de gestionar las administraciones al margen de los intereses de su propio partido. Hasta que fue desalojada de la Junta de Andalucía por el pacto PP-CS, la verdadera oposición al equipo de gobierno municipal en el Ayuntamiento (PP) fue la propia Junta de Andalucía gobernada por PSOE.
Esa inmensa cornucopia de recursos y medios ignoró a Almería por no votar suficientemente al PSOE y se dedicó durante años a no invertir lo prometido, a abandonar o retrasar proyectos (acuérdense de la A-92) y limitarse a las proclamas ideológicas. Y mientras por un lado se anunciaban “lluvias de millones” para Almería, la realidad era que la Junta daba la espalda a la rehabilitación del Ayuntamiento en la Plaza Vieja, al hospital Materno-Infantil, la autovía del Almanzora o la Casa del Mar, entre otros. Para desgastar al ayuntamiento popular, el aparato de la Junta demostró permanentemente una sonrojante falta de colaboración que ha dañado severamente a esta ciudad. Y si no, véase su escandalosa negativa a desbloquear el PGOU de 1989. En definitiva, la represalia como manual de estilo. Sin embargo, el cambio de gobierno en la Junta está resultando para Almería más esperanzador que antes. De entrada, la nueva Junta viene al ayuntamiento y muestra mejor disposición para hacer cosas: el último gran proyecto firmado con la Junta para Almería destinará 24 millones a infraestructura hídrica. No hay precedentes. Si lo incumplen, seré el primero en criticarlo. Y si lo cumplen, tocará hacer memoria y comparar.
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