Un joven amigo, ligado al deporte almeriense, había quedado a tomar café, en una plaza de nuestra ciudad con otro compañero suyo también deportista. Al llegar a la plaza este ya lo estaba esperando en la puerta del establecimiento, lo invito a pasar dentro y su colega que ya estaba allí minutos antes, le dijo: “espera un momento, es que llevo un rato observando a esos chavales que están jugando al fútbol y han dejado a aquel solo sin jugar”. Ambos amigos se quedaron un momento más, fijos en lo que ocurría, eran unos seis chavales de unos 9 años y efectivamente, mientras estos jugaban el otro los miraba desde un rincón.
Iban a pasar a la cafetería, pero este amigo mío, le dijo al otro: “espera, voy a ir a hablar con ellos”. Y eso hizo, se fue hacia los niños y les pregunto porque no dejaban jugar al otro niño, y uno le contesto: “Porque es negro”. Otro le dijo, que el que no lo dejaba era el dueño del balón y que el resto si quería, incluso uno de los chavales llegó a señalar que ellos si querían que jugase porque era muy bueno jugando al fútbol.
El dueño de la pelota, escuchaba al resto, pero seguía negándose a que el chaval jugase con ellos, y el único motivo que esgrimía, es que era negro.
Antes de marcharse, este amigo mío, llevo al chaval excluido del juego a otro lugar de la plaza y le dijo, que la próxima semana estuviese allí que le iba a traer un regalo.
Efectivamente, pasada una semana, todas las partes se encontraban en el mismo lugar, unos jugaban al balón y el niño negro continuaba solo, con la única pelota que tenía, una de tenis. Los jóvenes se dirigieron a este niño y le llevaban una bolsa de deporte con dos balones y un juego de mesa de fútbol, el resto de niños observaban atónitos a una leve distancia. Antes de marcharse, le indicaron al niño donde se encontraban, muy cerca de allí, todas las semanas, por si necesitaba algo y los conminó a que jugasen y compartiesen el juego juntos.
Tal vez a algunos les parezca un cuento, algo inventado, algo sin importancia. Es cierto que es solo un ejemplo, que es algo no ocurre todos los días y menos aún entre niños tan jóvenes, a esas edades, afortunadamente, todo se ve con mucha más normalidad, no suelen fijarse en las diferencias de color u otras que los discrimine. Es cierto que cada vez más, nuestros niños se juntan, se mezclan y conviven con otros iguales pero diferentes y eso lleva a la normalidad en clase, en el juego y en la convivencia diaria.
Pero también es cierto, que aunque en un porcentaje muy bajo, cosas de este tipo ocurren. Sin embargo, como padre y educador creo que la pregunta debe de ser ¿Qué hacemos con nuestros hijos, como los educamos para que a tan temprana edad actúen de esa manera? Porque evidentemente estas formas de actuar no son innatas, si no que se hacen, normalmente desde el ejemplo que le dan los mayores.
De todas formas, pienso que toda esta historia debemos quedarnos con lo positivo, primero unos jóvenes sensibles, que observan una situación que sucede ajena a ellos, pero que la consideran injusta con un niño y en lugar de dejarlo pasar, actúan, toman cartas en el asunto, hablan con los niños e intentan razonar con ellos y los niños, solo uno, actúa de forma poco entendible y el resto no estaban de acuerdo, querían jugar con él e incluso valoraban lo bueno que era jugando al fútbol.
Probablemente a ninguno de los chavales se les va a olvidar la actuación de estos jóvenes almerienses. Dice mucho de personas que entienden que tenemos que intervenir y hacer una sociedad de convivencia, de compartir y de dialogar.
Tal vez, si muchos de nosotros, interviniésemos en situaciones parecidas con una actitud pacificadora y dialogante, en lugar de ser ajenos a lo que ocurre a nuestro lado, tendríamos una sociedad mucho más positiva.
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